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Esta semana se ha producido la más profunda transformación en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en décadas. Lo anunciaron simultáneamente los presidentes Barack Obama y Raúl Castro. Pero, ¿por qué ahora? ¿Por qué este cambio histórico —en una política que lleva vigente más de medio siglo— no se produjo hace tres años, o hace cinco, o por qué no ha esperado otros cinco años más?
Está en marcha una revolucionaria redistribución mundial del ingreso. Solo en los últimos seis meses, los precios del petróleo han caído un 40%. Esto significa una transferencia equivalente al 2% del tamaño de la economía mundial de los productores a los consumidores cada año.
Es probable que, donde usted vive, la temperatura, la nubosidad y la precipitación de mañana sean similares a las de hoy. Esta es una antigua fórmula para pronosticar el tiempo que los meteorólogos llaman la regla de la persistencia. Obviamente, no siempre funciona.
Pasó hace más de 20 años. Y está volviendo a pasar. Un joven presidente mexicano sorprende al mundo y, sobre todo, a su país. Propone reformas inéditas que chocan con la ideología de su propio partido, el PRI, y amenazan los intereses de poderosos empresarios, sindicalistas y políticos. Las reformas son aplaudidas por comentaristas internacionales: si se ponen en marcha, dicen, contribuirán a hacer de México un país más próspero, más justo y menos corrupto. Pero muchos mexicanos ven las reformas con desconfianza. Creen que son otra jugada de las élites para obtener aún más privilegios. Otros opinan que los cambios impulsados por el presidente tendrán efectos devastadores en la economía y la sociedad. La izquierda y los nacionalistas consideran las reformas económicas como una entrega al imperialismo yanqui. Y muchos empresarios se oponen a los cambios que atentan contra sus lucrativos monopolios.
En Estados Unidos los consensos políticos están en peligro de extinción. No hay acuerdos sobre casi nada. Excepto una cosa: la culpa es de Barack Obama. El presidente es percibido como el responsable de la mala situación económica, de la agudización de la desigualdad económica, o de que los Vladímir Putin y los Bachar el Asad del mundo estén envalentonados, ya que han descubierto que pueden hacer casi lo que sea sin que EE UU les dé una lección que les enseñe a ellos y al resto del planeta que con una superpotencia no se juega.
Acabo de pasar unos días en Silicon Valley. Desde este valle de California emanan con frecuencia nuevas tecnologías que cambian la vida de millones de personas en todo el mundo. Estuve conversando con inventores, emprendedores e inversionistas, así como con los jefes de las empresas donde trabajan. Muchas de ellas generan cuantiosas ganancias y otras aún no, y quizás nunca lo hagan. Las más sorprendentes son aquellas que son adquiridas por montos enormes a pesar de que sus ingresos son relativamente bajos. WhatsApp, una empresa que ofrece una aplicación para enviar y recibir mensajes, fue creada en 1999 y cuenta con 55 empleados y 20 millones de dólares de ingresos. En febrero fue comprada por Facebook por 19.000 millones de dólares (15.000 millones de euros).
“A la mayor parte de la gente le va mejor en una economía de libre mercado, aunque algunos sean ricos y otros pobres”. ¿Está usted de acuerdo o en desacuerdo con esta afirmación? Otra pregunta: ¿En qué país esta idea tuvo el mayor apoyo? Vietnam. La gran ironía es que junto con China, Cuba y Laos, Vietnam es uno de los cuatro Estados aún gobernados por un partido único cuya doctrina oficial es el comunismo. ¿Y en qué países la población mostró el mayor rechazo a la economía de mercado? España, seguida por Japón.
”Toda la política es local”. Esta afirmación del congresista estadounidense Tip O’Neill sintetiza el hecho de que, con frecuencia, lo que más interesa a los votantes es que los políticos les alivien sus problemas más inmediatos. Según esto, los gobernantes que se concentran en grandes asuntos nacionales o internacionales compiten en desventaja contra rivales que se ocupan de los problemas más concretos de los electores.
Apple acaba de vender 10 millones de unidades del nuevo iPhone6 en solo un fin de semana. Un récord. Google está bajo presión de las autoridades europeas, preocupadas por proteger la competencia y la intimidad de sus ciudadanos. Amazon tiene una disputa comercial con la editorial Hachette y decide discriminar a los autores de esa casa; muchos de los más prestigiosos novelistas firman una carta abierta denunciando la conducta de Amazon. Las empresas de tecnología de la información e Internet ejercen, por sobradas razones, una gran atracción mediática. La agricultura, mucho menos. Y, sin embargo, en los mercados agrícolas también se están batiendo récords que, a pesar de no atraer tanta atención, tendrán enormes consecuencias para miles de millones de personas. ¿Sabía usted que el mundo está hoy cosechando más granos que nunca? ¿Y que aunque ahora hay más consumo, la producción es tan alta que los graneros se están desbordando?
En estos días es fácil equivocarse. La turbulencia geopolítica, las crisis económicas y las convulsiones sociales se suceden a tal velocidad que no da tiempo de pensar con calma y calibrar bien lo que está sucediendo en el mundo.
En este ambiente tan revuelto, algunas ideas han arraigado tanto entre expertos como en la opinión pública internacional. A pesar de su popularidad, varias de ellas están equivocadas. Por ejemplo, estas tres:
Siria, Ucrania, Gaza, Irak, el Ejército Islámico, el ébola. La lista es larga. Pero durante el trágico verano de 2014 han ocurrido otros eventos que, si bien atrajeron menos atención, podrían ser tan importantes como las noticias que dominaron pantallas y periódicos. Algunos de ellos son cambios inesperados, mientras que otros revelan tendencias que, de mantenerse, tendrán grandes consecuencias.
“Los líderes del Partido Republicano están frustrados por el fracaso del presidente Obama en encontrar una solución al conflicto entre suníes y chiíes… Lo único que le pedimos al presidente en la reunión en la Casa Blanca fue que acabara con esta reyerta religiosa que comenzó en el año 632. ¿Y que nos ofreció el presidente? Nada”, afirmó molesto el senador Mitch McConnell. “Este conflicto lleva más de 1.500 años”, añadió John Boehner, jefe de los republicanos en la Cámara de Representantes. “Esto quiere decir que el presidente Obama ha tenido tiempo suficiente para resolverlo”.
¿Quién invadió Crimea? La sociedad civil. ¿Y quién está ocupando oficinas gubernamentales y cuarteles de la policía en el este de Ucrania, desestabilizando esa región? La sociedad civil. ¿Quién lucha contra Bachar el Asad en Siria y Nuri al Maliki en Irak? La sociedad civil. ¿Quiénes son los “colectivos” que enfrentan a los estudiantes venezolanos que protestan contra el Gobierno? Activistas de la sociedad civil.
Para usted, un aumento de 4 grados centígrados en la temperatura ambiente no tiene mayores consecuencias. Pero para el planeta, ese aumento en la temperatura promedio es una catástrofe. Y a tenor de las pruebas científicas, hacia ella nos dirigimos si no hacemos nada por evitarlo.
De quién es la culpa de que la desigualdad económica haya aumentado tanto en los últimos tiempos? De los banqueros, es la respuesta obvia para muchos. Según esta visión, el sector financiero es el principal responsable de la crisis económica mundial que comenzó en 2008 y cuyas consecuencias aún las sufren millones de desempleados y la clase media que se ha empobrecido, especialmente en Europa y EEUU. Quienes piensan así también enfatizan que los banqueros y especuladores financieros que causaron la crisis no han pagado costo alguno y, por el contrario, muchos de ellos son ahora más ricos. Para otros, el aumento de la desigualdad tiene que ver con los misérrimos sueldos de los trabajadores en países como China e India, cuyos salarios empujan hacia abajo los ingresos de los trabajadores del resto del mundo y generan desempleo, ya que las empresas “exportan” puestos de trabajo de Occidente a Oriente. No; la tecnología es la principal fuente de desigualdad, dicen otros. Son los robots, las computadoras, Internet y, en general, todas las máquinas que reemplazan a los trabajadores las que causan desempleo y desigualdad.
En enero de 2012 escribí: "La desigualdad será el tema central de este año. Siempre ha existido y no va a desaparecer, pero este año va a dominar la agenda de los votantes, de quienes protestan en las calles y de los políticos… Va a terminar la coexistencia pacífica con la desigualdad, y las exigencias de luchar contra ella -y las promesas de que así se hará- serán más intensas y generalizadas de lo que han sido desde el fin de la guerra fría".
Primera postal: “Moisés Guánchez tiene 19 años y trabajaba como mesonero en un restaurante en las afueras de Caracas. El 5 de marzo al salir del trabajo se encontró atrapado junto con otras 40 personas en un aparcamiento de coches. Efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana que estaban reprimiendo una protesta en esa zona comenzaron a lanzar bombas lacrimógenas y a disparar perdigones de goma contra el grupo donde estaba Guánchez. Al intentar salir del lugar, un miembro de la Guardia Nacional se lo impidió, disparándole a la cara perdigones de goma. A pesar de que no ofreció resistencia, dos guardias se turnaron para golpearlo, al tiempo que un tercero se acercó y le disparó a quemarropa en la pelvis. Guánchez tuvo que ser intervenido quirúrgicamente en los brazos, la pierna y un testículo”.
La enorme influencia que Cuba ha logrado ejercer en Venezuela es uno de los acontecimientos geopolíticos más sorprendentes y menos comprendidos del siglo XXI. Venezuela es nueve veces más grande que Cuba, tiene el triple de población y su economía es cuatro veces mayor. El país alberga las principales reservas de petróleo del mundo. Sin embargo, algunas funciones cruciales del Estado venezolano o han sido delegadas a funcionarios cubanos o son directamente controladas por La Habana. Y esto, el régimen cubano lo conquistó sin un solo disparo.
Muchos creen que Estados Unidos está muy mal. ¿Las pruebas? Lo que sucede en Crimea y Siria, lugares donde el poderío norteamericano no se ve por ningún lado. Un país políticamente dividido e inaceptablemente desigual en la distribución del ingreso. El raudo ascenso del rival chino. La lista de cosas que no le van bien a esta agobiada superpotencia es aún más larga. Y engañosa. Todas estas debilidades existen y algunas de ellas son graves; la desigualdad económica, por ejemplo. Pero también hay algunas áreas en las cuales a EE UU le va muy bien, y que están en camino de ir aún mejor. Una de ellas es la industria manufacturera. La combinación de los bajos precios de la energía con las mejores y más innovadoras tecnologías de la información, nuevos materiales y robótica producirá una revolución manufacturera que no solo transformará la economía de EE UU, sino que nos afectará a todos.