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Columnas

Postales desde Venezuela

Andrea G

Moisés Naím / El País

Primera postal: “Moisés Guánchez tiene 19 años y trabajaba como mesonero en un restaurante en las afueras de Caracas. El 5 de marzo al salir del trabajo se encontró atrapado junto con otras 40 personas en un aparcamiento de coches. Efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana que estaban reprimiendo una protesta en esa zona comenzaron a lanzar bombas lacrimógenas y a disparar perdigones de goma contra el grupo donde estaba Guánchez. Al intentar salir del lugar, un miembro de la Guardia Nacional se lo impidió, disparándole a la cara perdigones de goma. A pesar de que no ofreció resistencia, dos guardias se turnaron para golpearlo, al tiempo que un tercero se acercó y le disparó a quemarropa en la pelvis. Guánchez tuvo que ser intervenido quirúrgicamente en los brazos, la pierna y un testículo”.

Segunda: “José Romero, de 17 años, fue detenido el 18 de marzo al salir de una estación de metro en Caracas. Un guardia nacional le pidió su identificación y cuando Romero se la entregó, el guardia le dio una cachetada y lo detuvo sin mayor explicación. Fue trasladado a un lugar desconocido donde estuvo incomunicado, amenazado de muerte y golpeado. Fue obligado a permanecer de rodillas durante 12 horas sin agua, comida o la posibilidad de ir al baño. Durante la noche, los guardias le dijeron que lo iban a violar y uno de ellos le levantó la camisa y le quemó. Eso sucedió tres veces”.

Tercera: “El 21 de marzo, en la ciudad de Valencia, Daniela Rodríguez estaba filmando con su teléfono móvil una marcha que se tornó violenta. Rodríguez corrió a su casa y cerró la puerta con llave. Treinta miembros de la policía y del servicio de inteligencia entraron por la fuerza en la casa arrestándola a ella y a su hermano Luis”.

Cuarta: “El 13 de febrero Juan Manuel Carrasco, de 21 años, y dos amigos corrieron para alejarse de choques violentos entre la Guardia Nacional y manifestantes en la ciudad de Valencia. Abordaron el coche de uno de ellos pero fueron rodeados por 15 guardias en motocicletas. Los obligaron a salir, los golpearon, les quitaron sus teléfonos móviles y otras pertenencias y luego incendiaron el coche. De allí los llevaron a un parque donde los obligaron a permanecer acostados en el suelo mientras continuaban golpeándoles y pisoteándoles la cara con sus botas. Uno de los guardias le puso un fusil en el cuello a Carrasco, y fue bajando el cañón del arma por la espalda, le bajó la ropa interior y le penetró el recto con el arma, causándole una hemorragia. A los otros detenidos los obligaron a yacer boca arriba mientras un Guardia pasaba tres veces con una motocicleta sobre sus piernas”.

Estos son solo cuatro de un largo inventario de horrores recopilado por la organización internacional Human Rights Watch (HRW) durante una visita a Venezuela en marzo. La lectura del informe completo (disponible en la red) es tan escalofriante como obligatoria. Cada incidente está documentado con evidencias que no dejan lugar a dudas sobre la veracidad de lo que allí se relata. Los expertos de HRW visitaron Caracas y tres Estados venezolanos, llevaron a cabo más de 90 entrevistas con víctimas, los médicos que les atendieron, testigos, periodistas y organizaciones de defensa de los derechos humanos. Recabaron centenares de fotografías, vídeos, informes médicos y documentos legales.

En palabras de José Miguel Vivanco, el director de HRW para las Américas: “La magnitud de las violaciones de derechos humanos que documentamos en Venezuela, y la participación de miembros de las fuerzas de seguridad y funcionarios judiciales en estos delitos, demuestra que no se trata de incidentes aislados ni de excesos de algunos agentes insubordinados. Por el contrario, forman parte de un patrón alarmante de abusos que representa la crisis más grave que hemos presenciado en Venezuela en años”.

El informe de HRW prueba que el Gobierno de Nicolás Maduro hace un uso ilegal de la fuerza contra manifestantes desarmados e incluso contra simples transeúntes. Las severas palizas, el empleo indiscriminado de balas reales, perdigones de goma y gas lacrimógeno, y los disparos a quemarropa con perdigones contra personas que están bajo custodia de las autoridades son actos rutinarios. También se comprobó el maltrato continuo y sistemático de los detenidos, que en algunos casos puede considerarse como tortura.

El principal conflicto en la Venezuela de estos tiempos no es entre quienes promueven el socialismo y quienes creen en el capitalismo, entre ricos y pobres o entre quienes simpatizan con Estados Unidos y quienes repudian a la superpotencia. Es entre quienes defienden a un Gobierno que utiliza la violación de los derechos humanos como política de Estado y quienes están dispuestos a sacrificarse para impedirlo.