You can edit the text in this area, and change where the contact form on the right submits to, by entering edit mode using the modes on the bottom right.
123 Street Avenue, City Town, 99999
(123) 555-6789
email@address.com
You can set your address, phone number, email and site description in the settings tab. Link to read me page with more information.
Las etapas son conocidas. Negación ("no está pasando nada"). Rabia ("¿por qué a mí?"). Negociación ("¿qué puedo hacer para posponer lo inevitable?"). Depresión ("no vale la pena hacer nada más; esto se acabó"). Aceptación ("todo saldrá bien; el mundo seguirá adelante"). Estas son las cinco etapas del duelo que, según Elisabeth Kübler-Ross, atraviesan todos los que enfrentan la muerte o una pérdida catastrófica. Sospecho que Kübler-Ross nunca imaginó cuán útil sería su esquema para entender la conducta de los Gobiernos confrontados con una grave crisis financiera. Por estas etapas pasaron los argentinos (varias veces), brasileños, mexicanos, rusos y asiáticos. Ahora le toca a Europa (y a Estados Unidos, pero esa es otra historia). Yo no sé -ni creo que nadie sepa- cómo van a evolucionar las convulsiones que están transfigurando las economías europeas o cómo reaccionarán los mercados financieros y los Gobiernos en su interminable ciclo de acciones y reacciones. Sabemos que los 150.000 millones de euros que Europa envió a Grecia no compraron mucho y que medidas de austeridad que hasta hace poco eran inimaginables ya han sido adoptadas en Italia, España y otros países amenazados. Pero nada parece funcionar.
¿Donde están los musulmanes moderados? ¿Donde están los líderes de esta gran religión que no comparten ni la corrupción teológica, ni los objetivos ni, mucho menos, la pasión homicida y suicida de Al Qaeda? Esta es la pregunta que comenzó a debatirse intensamente después de los ataques del 11-S. Hoy, diez años después, hay otra pregunta igualmente válida: ¿Dónde están los líderes moderados del Partido Republicano estadounidense? Este partido también ha sido capturado por una minoría extremista que, según las encuestas, no representa los ideales, objetivos y métodos que históricamente han definido la causa republicana. Es obvio que los extremistas del Tea Party no son asesinos y su influencia se debe a los apoyos que han logrado dentro del sistema democrático estadounidense. Pero la realidad es que este grupo de radicales con poder es -por razones y con métodos muy distintos a los de Al Qaeda- una fuente de inestabilidad internacional. Hace poco, los líderes del Tea Party estuvieron a punto de producir una catástrofe en la economía mundial y, de poder hacerlo, acabarían con cualquier iniciativa dirigida a atenuar el calentamiento global. Y estos son solo dos ejemplos, pero hay muchos más.
Hoy comenzamos con un test. Seleccione el país de donde proviene la siguiente noticia: "En las últimas semanas, calles y plazas han sido tomadas por miles de personas que protestan contra el Gobierno y por la situación del país. En algunos lugares, las manifestaciones se han tornado violentas". Las opciones son: Azerbaiyán, Chile, China, España, Filipinas, Grecia, Indonesia, Israel, Portugal, Reino Unido, Rusia, Tailandia. La respuesta es fácil: en todos. Y la lista podría, por supuesto, incluir Bahréin, Egipto, Jordania, Marruecos, Libia, Siria, Túnez o Yemen.
Según el comentarista Christopher Hitchens, "la crisis financiera de Estados Unidos es el más reciente ejemplo de la tendencia que amenaza con poner a ese país a la par de Zimbabue, Venezuela o Guinea Ecuatorial". ¡No!, contraataca Nicholas Kristof, influyente columnista del New York Times: "Es la mala distribución de los ingresos la que pone a EE UU al mismo nivel que repúblicas bananeras como Nicaragua, Venezuela o Guyana". Nada de eso, afirma Vladímir Putin, "lo que sucede es que EE UU es un parásito que vive a costa de la economía global". Para Mitt Romney, precandidato presidencial republicano, el problema es que "EE UU está a punto de dejar de ser una economía de mercado". Y Barack Obama lamenta que su país "no tenga un sistema político AAA, en consonancia con su crédito AAA".
Estúpida. Patética. Ridícula. Frustrante. Infantil. Vergonzosa. Estos son algunos de los términos más usados por los estadounidenses cuando el Pew Center les pidió sus impresiones respecto a la negociación sobre el techo de la deuda de EE UU. No importaba la clase social, el origen geográfico, la edad o la filiación política. Desde simpatizantes del Tea Party en Kansas hasta profesores izquierdistas de Berkeley y desde banqueros de Wall Street a desempleados en Detroit, todos coinciden: el espectáculo fue lamentable y todos los protagonistas han salido perdiendo. Algunos más que otros. Pero sobre esto regresaré más abajo.
La mitad de la población venezolana tiene menos de 25 años. Esto significa que la mitad del país no ha conocido un líder distinto de Hugo Chávez, el jefe de Estado del hemisferio occidental que más tiempo lleva en el poder -12 años-. Chávez ha dejado claro que será candidato en las elecciones presidenciales de 2012, que su victoria es inexorable y que aspira a seguir mandando hasta 2031. Ahora, repentinamente, el cáncer amenaza estos planes.
Antes de la tragedia de Noruega dos acontecimientos venían captando la atención del mundo. Uno muy importante, pero aburrido, y otro menos importante, pero fascinante. Aunque no lo parezca, ambos están relacionados. El primero, el fastidioso, fue la negociación para permitir que el Gobierno estadounidense pueda seguir pidiendo prestado. El segundo, menos importante pero más divertido, fue la comparecencia de Rupert Murdoch y su hijo James ante un comité del Parlamento británico. Como se sabe, los tabloides de Murdoch han sido acusados de haber escuchado ilegalmente conversaciones telefónicas de líderes políticos, príncipes, estrellas de cine y de una niña asesinada.También, de haber pagado a policías para obtener información escandalosa con la cual llenar sus primeras páginas.
La principal fuente de los conflictos venideros no van a ser los choques entre civilizaciones, sino las expectativas frustradas de las clases medias, que declinan en los países ricos y crecen en los países pobres.
¿Caerá Grecia? ¿Se llevará consigo al euro? ¿Qué sucede si Pakistán entra en un caos político, o si las revueltas árabes producen incontenibles oleadas de refugiados hacia Europa? ¿Qué es más amenazante para la estabilidad de la economía mundial: un eventual estancamiento de China o la explosión de la deuda pública en Estados Unidos? El mundo está lleno de fragilidades y las noticias nos lo recuerdan a diario. Pero también hay otro tipo de fragilidad que, aunque menos visible, puede ser igual de peligrosa: la fragilidad intelectual.
Acabo de regresar de China. La velocidad de los cambios que allí ocurren no deja de sorprenderme. A pesar de que mi última visita no fue hace mucho, he percibido enormes transformaciones. Eso sucede cuando un país gigante crece al 10% al año. Visité China por primera vez en 1978, cuando apenas comenzaban sus reformas económicas. Recuerdo de ese viaje las grandes avenidas casi sin coches y llenas de una multitud en bicicleta, todos vestidos más o menos igual, verde olivo o azul. Hoy esas mismas avenidas están bordeadas de rascacielos con la arquitectura más audaz del mundo, están llenas de automóviles y de gente vestida de todos los colores y estilos. En mi primer viaje, la economía china era solo el 40% del tamaño de la Unión Soviética. Hoy es cuatro veces más grande.
Para algunos, Henry Kissinger es un criminal de guerra. Otros le dieron el premio Nobel de la Paz. Para algunos, es un equivocado crónico, y para otros, uno de los estrategas más lúcidos del siglo XX. Tuvo que ver con la tragedia de la guerra de Vietnam y con la normalización de las relaciones entre China y Estados Unidos. Y con decenas de decisiones que moldean el mundo de hoy. En estos días anda promoviendo vigorosamente su más reciente libro sobre China, el cual, como todos los que ha publicado, ya es un bestseller mundial. A pesar de ello, Kissinger dedica tiempo y energías a dar charlas, entrevistas y participar en almuerzos y tertulias alrededor del mundo para hablar de su libro. Vale la pena destacar que hace un par de semanas cumplió 88 años.
"Cree que somos pobres porque ellos son ricos y viceversa, que la historia es una exitosa conspiración de malos contra buenos en la que aquellos siempre ganan y nosotros siempre perdemos (él está en todos los casos entre las pobres víctimas y los buenos perdedores), no tiene empacho en navegar en el ciberespacio, sentirse online y (sin advertir la contradicción) abominar del consumismo... ¿Quién es él? Es el idiota latinoamericano". Esto lo escribió Mario Vargas Llosa en 1996 como introducción al Manual del perfecto idiota latinoamericano, el excelente libro de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa, su hijo. Tanto la introducción como el libro hacen una demoledora disección de las malas pero populares ideas que han tenido a América Latina empantanada en el subdesarrollo y la corrupción. También ofrecen un muy preciso retrato hablado del tipo de personas que creen en estas ideas y las promueven.
Lo único bueno que tienen los terremotos es que revelan información útil sobre la geología más profunda de nuestro planeta. El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de ser sacudido por dos fuertes seísmos: el arresto de su director, Dominique Strauss-Kahn, y la controversia acerca de quién debe reemplazarlo. Este segundo seísmo ha aportado interesantes datos acerca de cómo funciona el sistema que gobierna al mundo actual. Algunos de estos datos confirman cosas que ya sabíamos y otros aclaran algunas de las nuevas realidades acerca del poder en estos tiempos.
Todos tenemos temas sobre los cuales preferimos no hablar. Porque nos avergüenzan, porque son dolorosos, o porque son problemas para los cuales no vemos solución. O, simplemente, porque no los entendemos. Los países también sufren de esto. En todas partes hay temas que aparecen poco en la conversación nacional; esa que transcurre en las casas y en los Parlamentos, entre amigos y en los medios de comunicación o en los centros de poder. No es que estos problemas sean desconocidos o que ocasionalmente no aparezcan con fuerza en los debates nacionales. Aparecen, pero su discusión suele ser superficial, transitoria y sin mayores consecuencias prácticas. Son, en efecto, puntos ciegos: problemas cuya importancia es tan obvia como poco lo que se hace para enfrentarlos.
Las recientes noticias relacionadas con el FMI traen un mal tufillo colonialista. No me refiero al hecho de que un francés rico y poderoso que era el jefe del FMI está acusado de haber intentado violar en su lujoso hotel a una joven camarera africana. Lo que allí sucedió no lo sabemos y hay que esperar antes de declarar culpable a Dominique Strauss-Kahn. Pero lo que no se ha hecho esperar son los feos reflujos coloniales que tratan de imponer a un europeo como su sucesor. Según esta visión solo un europeo puede estar al mando del FMI, una institución propiedad de 187 naciones. Esta propuesta "solo" discrimina al restante 93% de la humanidad.
¿Cómo explicar que Estados Unidos y Europa estén bombardeando a Trípoli con misiles y a Damasco con palabras? ¿Por qué tanto empeño en sacar al brutal tirano libio del poder y tanto cuidado con su igualmente salvaje colega sirio? Comencemos por la respuesta más común (y errada): es por el petróleo. Libia tiene mucho y Siria, no. Y por tanto, según esta explicación, el verdadero objetivo de la agresión militar contra Libia son sus campos petroleros. Siria se salva por no tener mucho petróleo. El problema con esta respuesta es que, en términos de acceso garantizado al petróleo libio, Gadafi era una apuesta mucho más segura para Occidente que la situación de caos e incertidumbre que ha producido esta guerra. Las empresas petroleras de Occidente operaban muy bien con Gadafi. No necesitaban cambiar nada. Una segunda, y común, manera de contestar la pregunta es denunciando la hipocresía estadounidense: Washington nos tiene acostumbrados al doble rasero y a las contradicciones en sus relaciones internacionales. Esta tampoco es una respuesta muy útil, ya que no nos ayuda a entender las causas de estas contradicciones.
Tanto Osama bin Laden como su Al Qaeda eran del siglo pasado. La Al Qaeda de ahora, y quienquiera que sea el sucesor de Bin Laden, representan la edición Siglo XXI, Al Qaeda versión 2.0. Esta nueva versión tiene capacidades y limitaciones muy distintas, y enfrenta retos estratégicos también diferentes, a la organización que Bin Laden fundó en 1988. Claro que los espectaculares ataques de 2001 ocurrieron en este siglo y que Osama acaba de morir pero las ideas y las circunstancias que lo moldearon a él y su organización eran del siglo XX. En la década transcurrida desde los ataques del 11-S mucho ha cambiado en el mundo y dentro de la misma Al Qaeda: su organización y líderes operativos, el origen de sus miembros y de sus fuentes de financiación, sus principales teatros de operación, así como sus tácticas, enemigos y competidores.
Este es el segundo tema que domina las conversaciones en Brasil. El primero, y mucho más popular, es la celebración de sus enormes éxitos: los millones de pobres que han dejado de serlo, la impresionante pujanza de sus empresas, las enormes oportunidades y la mayor prosperidad. Si bien los problemas aún son grandes (miseria, crimen, corrupción, desigualdad), el optimismo también lo es. Los brasileños, siempre alegres, están ahora más contentos que nunca. Y con mucha razón. Las cosas van muy bien. Y eso lleva a la segunda conversación obligada: ¿cuánto durará la fiesta? ¿Cómo -quién- nos puede descarrilar este raudo tren hacia la prosperidad?, se preguntan. Paradójicamente, los motivos del éxito también son la fuente de las ansiedades. En los últimos cinco años, el crédito ha crecido hasta alcanzar el 45% del tamaño de la economía. Así, los brasileños han encontrado quien les preste para comprar casas, motocicletas, refrigeradores y todo lo demás -muchos por primera vez-. Y no les ha importado que las tasas de interés de esos préstamos sean las segundas más altas del mundo o que las familias brasileñas deban hoy dedicar un 20% de sus ingresos a pagar sus deudas.
Antes: México era percibido como el país latinoamericano con más probabilidades de llegar a ser un país desarrollado. Ahora: es percibido, si no como un Estado fallido, sí ciertamente como una nación en la que vastas regiones e importantes instituciones están controladas por algunos de los criminales más poderosos y crueles del planeta. ¿Qué pasó? La respuesta no concierne solamente a los mexicanos. Estados Unidos y Europa, por ser grandes consumidores de drogas, también están tocados por lo que sucede en México, al igual que el resto de América Latina.