Ni caravana, ni economía: fueron las mujeres
Andrea G
Moisés Naím / El País
Donald Trump le apostó a la caravana y perdió la Cámara de Representantes. Mientras el presidente usaba todos sus actos electorales para alertar a sus seguidores sobre la inminente invasión del país por parte de una caravana de refugiados centroamericanos, las mujeres americanas se organizaban para votar por mujeres.
En los días siguientes a las elecciones legislativas de mitad de mandato de Estados Unidos se hicieron evidentes dos realidades. La primera es que ya nadie habla de la caravana, ni siquiera Trump. La segunda es que, a raíz de su reciente éxito electoral, en Estados Unidos ahora hay más mujeres en posiciones de poder que nunca. Este logro le debe mucho al presidente Trump: sus políticas, su conducta, y hasta su estilo, movilizaron a millones de mujeres que, por primera vez, “se politizaron”. Pero en su contra.
Primero, organizaron multitudinarias “marchas de las mujeres”. Luego, se organizaron para que sus reclamos tuviesen consecuencias. Después, miles de ellas decidieron postularse a cargos electorales en el Congreso, gobiernos federales y legislativos locales. Y, finalmente, votaron masivamente. Y ganaron.
Por ahora, la politización de las mujeres ha beneficiado mayoritariamente al Partido Demócrata. Ello es debido a que, por un lado, el Partido Republicano ya venía sufriendo desde hace décadas de la llamada brecha de género, es decir, la dificultad crónica para atraer mujeres a sus filas o nombrarlas en cargos de importancia. Por otro lado, tal como lo indican las encuestas y los resultados electorales, el control del Partido Republicano por parte de Donald Trump y los suyos ha ensanchado aún más la brecha de género. De nuevo: el resultado de todo esto es que se batieron récord en cuanto al número de mujeres que decidieron ser candidatas a cargos electorales, así como el número de ellas que triunfó en estas contiendas.
Otra sorpresa de estas elecciones fue que las aspiraciones y reclamos de las mujeres tuviesen más peso en el resultado electoral que la economía. Y una sorpresa aún mayor es que Trump también le haya dedicado más atención y tiempo a la caravana que a la boyante situación económica. La economía americana está en franca expansión, el desempleo es el más bajo en décadas y los salarios aumentan a un ritmo que no se veía desde 2009. Trump, por supuesto, hizo frecuente referencia a la economía en sus discursos, pero lo que arrancaba los aplausos más entusiastas de sus seguidores eran las feroces críticas a los inmigrantes, a los periodistas (“los enemigos del pueblo”), y a los divisivos temas que el presidente tan hábilmente explota.
En 1992 James Carville, el asesor del candidato Bill Clinton, acuñó la frase “¡Es la economía, estúpido” para recordarle a su equipo que enfatizara la débil situación económica por la que entonces estaba atravesando el país. La frase terminó siendo el eslogan de esa campaña electoral que llevó a Clinton a la presidencia. En adelante, fue adoptada, como en una especie de mantra electoral. No hay que distraerse con otros temas: la situación económica es la clave para ganar —o perder— elecciones.
Nunca sabremos qué hubiese pasado si Trump hubiese respetado esta regla de oro electoral, y se hubiese concentrado en resaltar y celebrar la próspera situación económica y no le hubiese dado tanta prioridad a los temas que dividen a la sociedad estadounidense. No hay duda de que su agenda, y los mensajes que exacerban la conflictividad social sirvieron para motivar a su base y ayudaron a que el Partido Republicano aumentara su mayoría en el Senado. Pero tampoco hay duda de que sus políticas y mensajes también actuaron como un potente combustible para enardecer y movilizar a su oposición, y hacerle perder la Cámara de Representantes por un amplio margen.
Finalmente, una reveladora sorpresa de estas elecciones fue la desaparición del debate electoral de un importante tema pendiente en la agenda del país: las armas.
En febrero pasado un joven de 19 años entró en una escuela secundaria en Parkland (Florida) y asesinó a 17 personas e hirió a otras 17, la mayoría estudiantes. Algunos de sus compañeros que sobrevivieron resultaron ser inteligentes, organizados y muy buenos comunicadores. En los días y semanas siguientes a la tragedia, este grupo de jóvenes logró crear una amplia e intensa discusión nacional acerca de la necesidad de controlar más la compra y tenencia de armas. La intensidad del debate auguraba que el tema formaría parte inevitable de las campañas previas a las elecciones del martes pasado. No fue así. Si bien es cierto que fueron elegidos varios representantes del Partido Demócrata que se atreven a enfrentarse abiertamente a la NRA, el poderoso lobby de las armas, la discusión sobre la necesidad de reformar las leyes en este campo brilló por su ausencia.
Al día siguiente de las elecciones, un hombre armado entró a un bar en California y, sin decir nada, asesinó a una docena de personas y luego se suicidó. En lo que va de este año ha habido 307 ataques como este.