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Columnas

La escasez de bicicletas y el glaciar apocalíptico

Andrea G

Moisés Naím / El País

¿Usted sabía que hay una escasez mundial de bicicletas? Un súbito y masivo aumento de la demanda global de bicis tomó por sorpresa a los fabricantes, creando así un temporal desabastecimiento. Este inesperado interés en el ciclismo responde a varios impulsos. Muchos de los pasajeros usuales de buses, metro y taxis se convirtieron en ciclistas, buscando mitigar el riesgo de contagio del coronavirus que hay en espacios públicos y cerrados. Los paseos en bicicleta también se convirtieron en una atractiva opción para quienes se quedaron sin trabajo. La cesantía, la cuarentena y la distancia social hicieron de un paseo en bici una opción tentadora. Calles y avenidas, casi sin coches y humo, también invitan a circular en bici. Después de que amaine la emergencia sanitaria, el uso de las bicicletas también declinará. Pero, muy probablemente, el número de ciclistas habituales será mayor del que había antes del brote.

Otra razón para esta mayor demanda de bicicletas es el creciente apetito por las opciones de transporte ecológico. Y, no solo por las bicicletas; también ha surgido un enorme mercado de coches, autobuses y camiones eléctricos. Un revelador acontecimiento reciente que ilustra esta tendencia es que Tesla, el innovador fabricante de coches eléctricos fundado en 2010, recientemente alcanzó un valor de mercado superior al de Toyota y Volkswagen combinados. Incluso Elon Musk, el fundador y actual líder de Tesla, se declaró sorprendido por la extravagante valoración de su empresa en los mercados bursátiles.

Las valoraciones de las empresas cotizadas en bolsas de valores son influidas por muchos factores —incluidas las burbujas especulativas— y los precios de sus acciones pueden no reflejar adecuadamente el verdadero valor de una empresa. Pero, en muchos casos, estos precios revelan las expectativas que tienen los inversores con respecto al futuro de una determinada compañía.

Desde esta perspectiva, es interesante notar que Zoom, la empresa de videoconferencias, tiene un valor de mercado cuatro veces mayor que el de Delta Airlines. Actualmente, comprar toda la industria aérea estadounidense sería menos costoso que adquirir Amazon. Otra señal interesante es que una acción de Netflix vale un 25% más que la de ExxonMobil, la empresa de energía más grande del mundo.

Lo que está pasando con la valoración bursátil de Netflix y ExxonMobil ilustra dos importantes tendencias globales: cocooning y descarbonización.

Cocooning (del inglés cocoon, un nido que cobija y protege) se refiere a la prevalencia de conductas personales proteccionistas; es la preferencia por quedarse en casa, en el nido, tratando de cuidarse de los peligros que hay afuera. El auge de Netflix es una de las manifestaciones de esta preferencia.

Por su parte, la disminución del valor de ExxonMobil refleja la caída de la demanda mundial de hidrocarburos. Pero los relativamente bajos precios actuales del crudo no solo se deben a la precaria economía mundial. La caída de los precios también se debe la expectativa de que la descarbonización —el movimiento hacia la eliminación gradual de las emisiones de dióxido de carbono que resultan del uso de combustibles fósiles— será una tendencia permanente y acelerada.

Los combustibles fósiles seguirán siendo la principal fuente de energía en el futuro previsible, pero las emergencias climáticas serán cada vez más graves y frecuentes, creando así enormes presiones políticas para acelerar los esfuerzos en favor de la descarbonización.

Últimamente, los científicos han venido siendo sorprendidos por la velocidad a la cual el clima está cambiando y creando fenómenos meteorológicos inéditos y extremos.

En Siberia, por ejemplo, recientemente ocurrieron accidentes climáticos sin precedentes. En junio, la temperatura en la ciudad de Verkhoyansk llegó a los 100,4 grados Fahrenheit, el nivel más alto jamás alcanzado al norte del Círculo Polar Ártico. En el primer semestre de 2020, la temperatura promedio en Siberia fue de nueve grados Fahrenheit, superior al que se registró entre 1951 y 1980.

El otro polo del planeta, la Antártida, también se está calentando. A los científicos les preocupa que el enorme glaciar Thwaites, también conocido como el glaciar del apocalipsis, pueda estar desacoplándose. Si esto sucede, el glaciar —que tiene el tamaño de Inglaterra— comenzaría a deslizarse hacia el océano y dejaría de servir como gigante muro de contención de otros glaciares que, entonces, también podrían comenzar a moverse y a derretirse. Todo esto podría resultar en un aumento de dos a tres metros del nivel del mar.

Entre todas las incertidumbres acerca de cómo será el mundo después de la pandemia, hay una certeza que se perfila como la más importante: el cambio climático cambiará el mundo más que la covid-19. ¿Se recordará esta pandemia de coronavirus solo como un ensayo general de un accidente climático global que alteró la civilización tal como la conocíamos?