Una reunión y tres problemas
Andrea G
Moisés Naím / El País
Esta semana convoqué en Washington a un interesante grupo para intercambiar ideas acerca de las más importantes tendencias mundiales. Participaron reconocidos analistas de la economía y la política internacional, altos funcionarios del Gobierno estadounidense, políticos, presidentes de organismos multilaterales, jefes de think tanks, editores de diarios y revistas de Europa y las Américas, profesores y directivos de algunas grandes empresas.
El propósito de la reunión no fue ofrecer recomendaciones, emitir un comunicado o llegar a acuerdos sino, simplemente, pensar en voz alta. Inevitablemente, la diversidad del grupo y el formato abierto de la conversación, sin discursos, agenda previa o ponencias escritas, llevó a discutir innumerables temas. Fue una reunión fascinante e imposible de resumir y de la cual cada quien sacó sus propias conclusiones. Esta es mi muy personal, arbitraria e incompleta selección de tres problemas que me quedaron en mente.
1) La pérdida de eficacia de la democracia estadounidense. La influencia de múltiples grupos de presión, el aumento del número y la complejidad de los problemas y la extrema politización del debate acerca de las soluciones corroen la eficacia de las acciones de la superpotencia. El sistema de salud, el medioambiente o Afganistán son ejemplos de los mil retos a los que el sistema político estadounidense está respondiendo de manera tardía y mediocre. Este por supuesto no es solo un problema de EE UU sino de todas las democracias. Aquí cabe, por supuesto, la inevitable aclaración que la solución no es refugiarse en el autoritarismo, cuyos costes y peligros son siempre superiores a los de la democracia. Pero la pérdida de eficacia de las democracias es un problema enorme cuyas manifestaciones se agudizarán en los próximos años.
2) El crimen, la inseguridad ciudadana y la corrupción ya no son problemas locales. En un número grande y creciente de países los ciudadanos han perdido el derecho a salir de su casa sin miedo de ser robados o secuestrados. En otros países ni siquiera tienen el derecho de estar dentro de sus casas sin miedo a ser víctimas de los criminales. Esta no es solo una tragedia de los países más pobres sino que también comienza a afectar a los países más desarrollados. Peor aún, el problema no es sólo el aumento del crimen en las calles sino su aumento dentro de las sedes de gobierno. No estamos hablando de crimen al por menor sino de crimen a gran escala. No de burócratas que cobran comisiones, sino de ministros, legisladores, y hasta de jefes de Estado que forman parte de organizaciones criminales que operan internacionalmente. Por ejemplo, la corrupción y la influencia del crimen organizado en los gobiernos de Afganistán, México, Venezuela, la zona de los Balcanes o Rusia no solo victimiza a los ciudadanos sino al mundo entero. Esto es algo sobre lo que vengo insistiendo hace tiempo y hasta escribí un libro sobre ello. Pero me llamó la atención que salió repetidamente a relucir como una principalísima preocupación de gente que trabaja en muy diversos sectores y países.
3) ¿Será Europa será la Atlántida del siglo XXI? Según Platón la Atlántida era una gran potencia que "en un solo día y noche de desgracia" desapareció del mapa. ¿Desaparecerá Europa de los mapas de la política y la economía mundial en este siglo? Europa tiene por delante retos enormes y muy difíciles de vencer. Su integración y la adopción de instituciones de gobierno comunitario más eficaces, el desempleo estructural y la inmigración, la competitividad y su debilidad para actuar mancomunadamente en el mundo son solo parte de la larga lista de problemas que los europeos deben solucionar. La dificultad adicional es que el mundo no se va a detener a esperar a que Europa resuelva sus problemas. Mientras los europeos se reúnen y debaten, el resto del mundo crece y va dejando atrás al viejo continente. Según un estudio reciente de Uri Dadush del Carnegie Endowment, en el año 2050 China, India, y EE UU serán las tres economías más grandes del mundo mientras que el peso económico y político de Europa declinará dramáticamente. Este no es un destino inevitable. Pero a menos que algo cambie profundamente en Europa o en el resto del mundo este es, por ahora, un destino muy probable.
En la reunión de Washington discutimos muchos otros temas y no todo fue tan negativo como estos tres que aquí destaco. Pero, lamentablemente, los problemas ocuparon más de nuestro tiempo que las buenas noticias. Que lastima.