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Columnas

Hablemos de guerra

Andrea G

Moisés Naím / El País

Cada febrero, mientras en Davos se habla de dinero, en Múnich se habla de guerra. Desde hace más de 40 años, los principales magnates de los negocios van a Davos (Suiza) a encontrarse con sus pares de todo el mundo. También desde hace casi medio siglo, los magnates de la guerra suelen reunirse en la ciudad alemana de Múnich. Ministros de Defensa y cancilleres, generales y almirantes, jefes de los servicios secretos y expertos en inteligencia militar, científicos y -no podían faltar- los directivos de las más importantes industrias bélicas asisten cada año a la Conferencia de Seguridad de Múnich, el foro más importante del mundo en estos temas.

La reunión de Múnich es una buena oportunidad para husmear por dónde andan las preocupaciones de quienes toman las decisiones de paz y guerra en el mundo -sin que nos las tomemos demasiado en serio, por supuesto-. Al igual que los empresarios y economistas que van a Davos no vieron venir la crisis económica, los expertos en seguridad reunidos en Múnich en 2001 fueron tan sorprendidos por los ataques terroristas del 11-S como cualquier otro mortal. En todo caso, los temas dominantes en la reunión y las conversaciones de los pasillos al menos reflejan en qué están pensando estos influyentes personajes. "China, China y más China", me dijo un alto funcionario a quien le pregunté cuál había sido la cuestión más relevante de la reunión. "Y claro, Afganistán, Irán y terrorismo también son preocupaciones importantes, pero en todos estos temas ahora China es un actor que no puede ser marginado de las conversaciones y los cálculos. Y ellos lo saben y se les nota que lo saben. Hasta su lenguaje corporal es distinto".

La figura central de la reunión este año en Múnich fue Yang Jiechi, el canciller chino, quien aseguró a los participantes que su país será una fuerza positiva en el mundo y contribuirá a la paz, siempre que exista lo que describió como "un espíritu de cooperación". Esto le sirvió de telón de fondo para lamentar, como no podía dejar de hacerlo, la masiva venta de armas estadounidense a Taiwán. El ministro también reiteró que la prioridad de su país no puede ser otra que la de sacar a la gran mayoría de sus compatriotas de la profunda pobreza en la que aún están sumidos.

Si bien es obvio que el desarrollo económico es la prioridad de China, esto no quiere decir que el gigante asiático esté descuidando su poderío militar. Tiene las fuerzas armadas más numerosas del planeta (2,25 millones de efectivos, o el equivalente al 0,17% de su población). Le siguen EE UU (1,5 millones de efectivos o el 0,5% de sus habitantes), India, Corea del Norte y Rusia. Claro que el poderío militar depende tanto o más del dinero y la tecnología como del número de efectivos militares. El gasto militar de EE UU equivale al 50% del total de lo que gasta el resto del mundo. China y Rusia representan el 8% y el 5%, respectivamente, del total mundial. Sólo 25 países, casi todos los de Oriente Próximo, tienen un gasto militar que, en proporción al tamaño de su economía, es mayor que el de EE UU. La superpotencia es también el principal vendedor de armas: controla el 68% del total mundial.

Sin embargo, como sabemos, estas enormes cifras no han sido suficiente para derrotar a los enemigos más amenazantes de Estados Unidos. Al Qaeda, talibanes y piratas somalíes están en la mente de todos los que se ocupan de la seguridad. Al Qaeda, debilitada y con muchos de sus líderes muertos, inhabilitados o capturados, no ha dejado de ser una amenaza. Y es una amenaza más por su capacidad para inspirar a individuos o pequeños grupos a actuar por su cuenta, emulando a otros terroristas islámicos, que por su capacidad para actuar de manera coordinada y centralizada.

Por su parte, los talibanes han obligado al Ejército más grande y tecnológicamente avanzado del mundo a buscar alternativas de diálogo y concertación, ya que resulta obvio que su derrota militar es imposible o demasiado onerosa en vidas y costes. Los piratas que operan en el Golfo de Adén siguen haciendo de las suyas a pesar de tener que enfrentar la flota multinacional más sofisticada de nuestro tiempo.

Durante las últimas tres décadas, los conflictos armados entre países han venido disminuyendo. En cambio, las guerras civiles, insurgencias, rebeliones y todo tipo de enfrentamientos entre actores que no van a reuniones como las de Múnich, han aumentado. Estos conflictos, y no una China en ascenso, continuarán siendo la principal amenaza a la paz mundial.