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Columnas

¿Quiere una vacuna contra el coronavirus?

Andrea G

Moisés Naím / El País

Hace poco, el televangelista estadounidense Jim Bakker entrevistó a Sherrill Sellman, una “doctora naturópata” que explicó las extraordinarias propiedades de Silver Solution, la Solución Plateada que el predicador ofrece a través de la página de Internet de Jim Bakker Show.

“Tú dices que la Silver Solution puede ser efectiva contra esta influenza [gripe] que ronda por el mundo”, dijo Bakker mirando a su invitada y mostrando una botella con la preciada poción. “Bueno… no ha sido probada en esta cepa del coronavirus”, respondió Sellman. “Pero sí se ha probado en otras cepas del coronavirus y en 12 horas lo eliminó totalmente, lo mató, lo desactivó y fortaleció el sistema inmune del paciente, ayudando así a su recuperación”. Si la propuesta de Bakker y Sellman es de su interés, puede pedir un paquete con dos botellas del líquido que, además, incluye como bono especial dos tubos de gel con la Solución Plateada. Todo esto a cambio de una “donación” de cien dólares (unos 90 euros). El predicador ha tenido una larga y lucrativa carrera apostándole a los incautos, a los ingenuos y a los desesperados. En los años ochenta, llegó a ser uno de los evangelistas más populares de Estados Unidos. Millones de seguidores donaban cientos de millones de dólares a su iglesia. Esa exitosa etapa en la carrera del charlatán terminó con un escándalo sexual y financiero que le valió una larga condena en prisión. Apenas salió de la cárcel, fundó otra iglesia y continuó predicando los mensajes de Dios y vendiendo productos milagrosos.

Los charlatanes siempre nos sorprenden con la audacia de sus mentiras. Pero más sorprendente aún es que, en la práctica, siempre logran atraer a incautos que les creen. Es común suponer que las víctimas más vulnerables de charlatanes y estafadores son personas ingenuas y desinformadas. Pero no es así. No se puede tildar de incautos o desinformados a los ex secretarios de Estado de EE UU Henry Kissinger y George Schultz, ni a los exjefes del Pentágono Bill Perry y el general Jim Mattis, o al empresario Rupert Murdoch, por ejemplo. Son solo algunos de los notables que fueron persuadidos por Elizabeth Holmes, una joven de 19 años, de invertir en su nueva empresa, Theranos. Según ella, la empresa revolucionaría la manera de hacer exámenes sanguíneos y llenaría de ganancias a sus accionistas. Holmes recaudó 700 millones de dólares (unos 634 millones de euros) en una ronda inicial de inversores que luego siguieron inyectándole capital hasta llevar el valor de la empresa a 10.000 millones de dólares.

Era todo mentira. Holmes no tenía la tecnología que decía tener. Mantuvo a Theranos a flote más de una década mintiéndoles a inversionistas, clientes, empleados, organismos gubernamentales y periodistas. Holmes perdió todo y enfrenta varios juicios que la pueden llevar a la cárcel.

El otro ejemplo icónico de un charlatán que usó la codicia de sus clientes para estafarlos es Bernard Madoff, quien ofrecía suculentos retornos a quienes le confiaban sus ahorros. Al ser descubierto, Madoff tuvo que pagar una multa de más de 17.000 millones de dólares y está cumpliendo una sentencia de 150 años de cárcel.

Pero ni los charlatanes religiosos ni los financieros son los más peligrosos. Quienes más nos amenazan son los charlatanes políticos que llegan al poder estafando a sus votantes con promesas incumplibles, diagnósticos falsos y políticas que terminan por hacernos daño a todos. Estamos viviendo una época de oro para los charlatanes que, ayudados por Internet, le dicen a sociedades confundidas y ansiosas lo que quieren oír. Los cambios inéditos del clima, la tecnología, el trabajo, la economía, la política, los valores, la seguridad crean grandes oportunidades para la demagogia.

Los seguidores que le dan poder a los charlatanes de la política nos hacen a todos mucho más daño que los charlatanes mismos.