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Columnas

¿Entenderlos o extraditarlos?

Andrea G

Moisés Naím / El País

Europa está aterrada y perpleja por los asesinatos de inocentes a manos de extremistas islámicos. ¿Por qué está pasando esto? ¿Qué hacer? La mayoría de la gente no tiene respuestas a estas preguntas. La mayoría, pero no todos. Hay grupos que tienen perfectamente claro por qué sucede esto y qué se debe hacer al respecto. Hay dos grupos en particular que tienen visiones extremas y totalmente contrapuestas de las causas del terrorismo islámico y de cuáles deberían ser los remedios. Si bien ambos representan minorías, sus puntos de vista aparecen cada vez más en los debates sobre estos temas. A unos los llamo los contextualistas y a los otros los aislacionistas.

Para los contextualistas, la causa del terrorismo que azota a Europa es la conducta —pasada y presente— de los Gobiernos europeos y de EE UU. Para unos, esto comenzó en las cruzadas o en el periodo colonial, mientras que otros sostienen que el terrorismo islámico se nutre de agresiones y humillaciones más recientes, como la guerra en Irak, los vínculos con las dictaduras petroleras de Oriente Próximo, aliadas de Occidente, y el apoyo a Israel en el conflicto con los palestinos.

También en el fracaso europeo en integrar a los inmigrantes, el alto desempleo de jóvenes musulmanes, la discriminación que sufren, la desesperanza y la falta de identidad, todo lo cual los hace presa fácil de una causa religiosa mal interpretada, revanchista y beligerante que promete darles dignidad y llenar muchos de sus vacíos vitales. Un buen ejemplo de la perspectiva de los contextualistas lo ofreció recientemente en el Nouvel Observateur Henry Rousell, uno de los fundadores de Charlie Hebdo, al comentar el atentado contra el semanario: “El ataque puede ser visto a la luz de las guerras en las que Francia se ha involucrado, conflictos donde su participación no era necesaria, donde peores masacres que la de Charlie Hebdo tienen lugar todos los días, varias veces al día, donde nuestros bombardeos acumulan muertes sobre muertes en la esperanza de salvar a potentados que se sienten amenazados y que no son mejores que quienes los amenazan”.

Los aislacionistas no lo ven así. Según ellos la responsabilidad por este terrorismo no hay que buscarla en el contexto, sino en quienes cometen estas atrocidades y en los líderes religiosos que manipulan a jóvenes de Oriente Próximo y África del Norte o a europeos hijos de inmigrantes de esas regiones, quienes son convertidos en terroristas suicidas. Según esta perspectiva, el problema no es el contexto sino la numerosa inmigración de musulmanes y lo que ellos llaman la “islamificación” de Europa. Opinan que Europa está siendo “invadida” por una multitud de musulmanes que no llegan para integrarse en la sociedad, sino para transformarla de acuerdo a su religión. Consideran que el islam es incompatible con valores fundamentales para los europeos, como la separación de Estado y religión, el trato igualitario para las mujeres y la tolerancia hacia otros credos. Los aislacionistas opinan que la solución al terrorismo radica, además de en actuaciones policiales preventivas más eficaces, en políticas migratorias más restrictivas y en el reforzamiento de las fronteras. En toda Europa han surgido partidos políticos y agrupaciones que proponen severas medidas en contra de los inmigrantes ilegales y otras iniciativas destinadas a contener la expansión del islamismo radical.

Tanto a los contextualistas como a los aislacionistas les faltan respuestas sólidas a preguntas clave. Si el problema es el contexto, la historia y la discriminación que hay contra los inmigrantes, ¿por qué no hay terroristas suicidas latinos? Los inmigrantes latinoamericanos en Europa no viven en condiciones significativamente mejores que los inmigrantes árabes. No obstante, el terrorismo religioso no existe entre los latinos. ¿Por qué India o Indonesia, los dos países con la mayor población musulmana del mundo, no producen tantos terroristas suicidas como los países árabes?

Por su parte, los aislacionistas tampoco tienen buenas respuestas a la realidad de que en un mundo tan globalizado, conectado e integrado como el de hoy, los bloqueos no funcionan. Las fronteras siempre han sido porosas y las de hoy lo son más que nunca. Los costos y esfuerzos por sellarlas, en relación con sus pocos beneficios y dudosa eficacia, no auguran buenos resultados. Otro problema es que la percepción de la “invasión” de inmigrantes es exagerada. Según la encuestadora IPSOS Mori, los franceses creen que en su país los inmigrantes son el 24% de la población cuando en realidad son el 11%. En España opinan que son el 24%, pero de hecho son la mitad, el 12%. La brecha es igual en otros países europeos.

El terrorismo islámico es una amenaza terrible y un fenómeno nuevo, a pesar de sus proclamas medievales. Suponer que lo entendemos y que existen soluciones obvias es un peligroso error.