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Columnas

Assange, Snowden y usted

Andrea G

Moisés Naím / El País

Wikileaks ha vuelto a sus andanzas. Acaba de anunciar la divulgación de medio millón de mensajes y otros documentos secretos del Ministerio de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, entre ellos correos intercambiados con otros Gobiernos, y también informes confidenciales de Ministerio del Interior y de los servicios de inteligencia.

En su comunicado, Wikileaks recuerda que esta publicación coincide con el tercer aniversario de la reclusión de su fundador, Julian Assange, en la embajada de Ecuador en Londres. Assange se asiló para evitar ser extraditado a Suecia, donde se enfrenta a un juicio por supuesta violación y abuso sexual de dos mujeres (Assange rechaza las acusaciones).

Otro que está de aniversario es Edward Snowden, el contratista de la CIA que divulgó una montaña de información secreta de EE UU. Hace días se cumplieron dos años de estas revelaciones y Snowden ha publicado un artículo en The New York Times, celebrando sus logros. En él, recuerda que, gracias a sus filtraciones, se produjo un intenso debate que forzó al Gobierno norteamericano a poner límites al espionaje electrónico indiscriminado que rutinariamente efectuaba su Agencia Nacional de Seguridad, la NSA.

Desde 2013, instituciones de toda Europa han declarado ilegales este tipo de operaciones y han impuesto restricciones a actividades similares en el futuro, asegura Snowden, y concluye así: “Somos testigos del nacimiento de una generación post-terror que rechaza una visión del mundo definida por una tragedia específica. Por primera vez desde los ataques del 11-S, vemos la posibilidad de que la política se aleje de la reacción y el miedo y se mueva hacia la resiliencia y la razón”.

Puede ser. Y celebro que la NSA y otros espías estadounidenses ahora tengan más restricciones para leer mi correo electrónico o saber con quien me comunico. Y que la lucha por proteger mi privacidad de las intromisiones del Gobierno de EE UU y de algunas democracias europeas se haya anotado algunas victorias. Pero me preocupan más las amenazas cibernéticas a mi privacidad que emanan de Rusia, China y otros regímenes autoritarios que las que vienen de Washington.

En los mismos días en que Snowden publicó su artículo, se supo que piratas cibernéticos penetraron en los sistemas de la oficina de personal del Gobierno de Estados Unidos y robaron información detallada de al menos cuatro millones de empleados federales. Los archivos robados incluyen datos personales y profesionales que los funcionarios están obligados a revelar para tener acceso a la información confidencial de la Administración.

La principal sospechosa de este ataque es China. Según un reportaje del Washington Post, “China está construyendo una masiva base de datos con información privada de los estadounidenses a base de hackear los archivos electrónicos de agencias gubernamentales y empresas aseguradoras de salud. Utiliza nuevas tecnologías para alcanzar un antiguo objetivo del espionaje: reclutar espías y obtener mayor información sobre su adversario”.

Pero los ataques no se limitan al espionaje ni, necesariamente, tienen un gobierno detrás. También hay muchos piratas independientes que se ganan la vida con la actividad criminal en Internet. Así, han proliferado los robos de secretos comerciales, la suplantación de identidad, la extorsión o el sabotaje de infraestructuras esenciales. “Nuestro sistema de información es atacado varias veces al día, todos los días”, me dijo el presidente de una de las principales empresas de electricidad del mundo. Y añadió: “Hoy gastamos 10 veces más en protegernos de ataques cibernéticos de lo que gastábamos hace tres años. Y aún así sentimos que siempre estamos por detrás de quienes nos tienen en la mira”.

Según el respetado informe que todos los años publica la empresa Verizon, los ataques cibernéticos a EE UU están creciendo a gran velocidad y hay pocos sectores cuyas defensas informáticas no hayan sido violadas. Las principales víctimas son el Gobierno, el sector de la salud (hospitales y empresas aseguradoras) y el financiero. Los expertos enfatizan que si bien los ciberataques originados en China son constantes y masivos, los que provienen de Rusia no tienen nada que envidiarles en cuanto a agresividad, frecuencia y sofisticación. Y seguramente EE UU no se queda atrás.

Pero no hay que ponerlos a todos en la misma canasta. EE UU es una democracia. Con todos sus defectos, hay separación de poderes y los gobernantes no gozan de la impunidad de sus colegas en Moscú o Pekín. Y sus redes criminales no operan internacionalmente amparadas por sus cómplices en las altas instancias. Sí; es importante que las democracias no espíen a sus ciudadanos. Pero aún más importante es que tengan con qué defenderse y defenderlos del peligroso mundo cibernético que está emergiendo. No es por casualidad que ni en Rusia ni en China hayan aparecido los equivalentes de Assange y Snowden.