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Columnas

Números mágicos

Andrea G

Moisés Naím / El País

8,3 y 1,14, 7,2 y 0,4, 175 y 25, 1.059. Éstos son números muy poderosos. Si en los próximos meses cualquiera de ellos cambia drásticamente, el mundo cambiará. El número 8,3 representa cuántos renminbi -la moneda china- compra hoy en día 1 dólar estadounidense. El número 1,14 es la cantidad de dólares estadounidenses necesarios para comprar 1 euro. La cifra 7,2 representa la tasa de crecimiento de la economía estadounidense en el tercer trimestre, mientras que el 0,4 es cuánto crecerá probablemente Europa este año. La cantidad de 175 son los millones de dólares que George W. Bush ya tiene a su disposición para financiar su campaña electoral, mientras que 25 millones es lo que Howard Dean, el mejor financiado de todos los precandidatos presidenciales del Partido Demócrata, ha conseguido reunir. El número 1.059 representa el número de soldados estadounidenses heridos en Irak desde que el presidente Bush anunció el fin de la guerra en mayo. Éstos son números poderosos, pues cada uno resume una tendencia con consecuencias globales.

Tomemos por ejemplo la tasa de cambio de la moneda china. El renminbi ha estado anclado al cambio de 8,3 por dólar estadounidense desde 1994 y esta tasa es un pilar importante de su economía, pues sirve de apoyo al espectacular crecimiento de las exportaciones de ese país.

China acaba de sobrepasar a Japón y es ahora el tercer mayor exportador del mundo después de Estados Unidos y Alemania. Últimamente, sin embargo, muchos piensan que el renminbi a 8,3 es demasiado barato. Millones de chinos, entre otros, están devolviendo sus dólares con la esperanza de beneficiarse de una revaluación.

Si eso sucede, las exportaciones chinas serán más caras y los precios dentro de China también aumentarán, pues el coste de las importaciones se elevará. Puede que el precario sistema financiero de China también sufra y que todo esto desencadene una crisis política.

El renminbi no puede resistir en los 8,3 para siempre. Pero es improbable que valga algo diferente de 8,3 por dólar en los próximos 12 meses. Si cambia su cotización, todos sentiremos las consecuencias, independientemente de dónde vivamos.

Mientras tanto, las consecuencias de un euro más caro ya se están sintiendo. Volkswagen anunció que sus resultados financieros se vieron golpeados por un dólar estadounidense más barato, mientras que Coca-Cola atribuyó a esa misma razon el aumento de sus ganancias. Los resultados de estas dos compañías no son excepciones, sino ejemplos emblemáticos de una tendencia más amplia.

Si el euro continúa fortaleciéndose, como es probable que ocurra, seguirá existiendo la enorme brecha entre el crecimiento económico en Estados Unidos y en Europa.

Tal como anotó el columnista Gerard Baker, del Financial Times, sólo en los tres meses de verano la economía estadounidense creció tanto como la economía entera de Bélgica. O una vez y media la de Polonia.

Es cierto, un gran déficit fiscal y comercial, un enorme gasto de los consumidores, fuerte endeudamiento y la continua disposición de los extranjeros para comprar bonos del Tesoro de EE UU financian el crecimiento estadounidense.

Está claro que esto no es sostenible y es, por lo tanto, fácil desdeñar una economía que sufre de tales desequilibrios y que el próximo año probablemente se desacelere. Pero también es muy fácil subestimar la flexibilidad de la economía estadounidense y en particular la competitividad de su sector privado.

En los últimos cinco años las compañías estadounidenses han pasado por una reestructuración espectacular de sus estrategias, operaciones y estructura laboral y financiera. El proceso fue doloroso y despiadado. Pero los resultados son impresionantes. Las compañías estadounidenses ya se habían hecho supercompetitivas cuando el dólar estaba más caro que el euro. Ahora que esto se ha invertido han añadido, además, una tasa de cambio favorable a su arsenal competitivo.

Hay que apiadarse del ejecutivo europeo que debe competir con las ágiles, bien financiadas y tecnológicamente avanzadas compañías estadounidenses, obsesionadas con la reducción de costes al mismo tiempo que luchan contra rígidos reglamentos laborales, mercados financieros limitados, bancos lentos y politizados, poderosos sindicatos y burócratas que dificultan su capacidad para reaccionar a las acciones de sus rivales.

Muchos empresarios europeos buscarán instintivamente la ayuda de sus políticos. Las exigencias de protección, subsidios y otras medidas compensatorias se harán más frecuentes y algunas serán atendidas. Esto, a su vez, profundizará la fractura en las relaciones transatlánticas.

Las relaciones entre Estados Unidos y Europa no son buenas, y la combinación de un euro fuerte y la campaña electoral estadounidense no ayudará a mejorarlas.

A pesar de estar agobiadas por las fricciones, los resentimientos mutuos y los malentendidos, las relaciones entre Estados Unidos y Europa todavía tendrán que buscar un espacio entre los tres temas centrales que dominarán la campaña electoral de 2004: empleos, mentiras y muertos.

A pesar de que la economía estadounidense está creciendo rápidamente, todavía no está produciendo puestos de trabajo a un ritmo que haga desaparecer al desempleo como tema de primera línea.

El hecho que el Gobierno de Bush pueda haber deliberadamente exagerado la amenaza que suponían las armas de destrucción masiva de Sadam Husein, también será tema inevitable, acompañado por supuesto por la denuncia de las crecientes muertes de los soldados estadounidenses en Irak.

Sin embargo, aquí es donde otro de los números mágicos importa mucho. Los 175 millones de dólares que George W. Bush ya tiene para gastar en su campaña electoral, junto con las ventajas que ofrece la presidencia y el hecho de que su principal competidor sólo dispone de 25 millones de dólares para criticarlo, hacen al presidente estadounidense casi imbatible.

Eso, a no ser que algunos de los otros números mágicos cambien súbitamente y hagan caer a Bush en alguna inesperada trampa que lo haga perder la elección. Pero si es reelecto, Bush tendra que adoptar políticas muy distintas a las de su primer periodo. Los números mágicos se encargarán de eso.