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A Angela Merkel le han pasado recientemente dos cosas importantes. De la primera nos hemos enterado todos y ha provocado un agrio debate mundial. La segunda se ha difundido poco y no ha tenido mayor repercusión: sin embargo es la que más atención merece, por sus enormes consecuencias sobre la seguridad internacional.
Que Italia tenga periódicamente accidentes políticos que paralizan su gobierno no es una sorpresa. Que eso le pase a Estados Unidos sí lo es. Y todo parece indicar que el más reciente de estos accidentes en su gobernanza no será el último que sufrirá el gigante del norte. Tampoco fue el primero. Entre 1976 y 1996, el Gobierno de EE UU dejó de funcionar 17 veces, siempre debido a la falta de acuerdo de los dos partidos. Ninguno de estos paros gubernamentales duró más de tres semanas. Pero ninguno de los anteriores ocurrió en un ambiente político tan conflictivo como el más reciente. Sabemos las causas: una minoría obtiene los votos necesarios para tener representación en el Congreso y con ello el poder para enredar, posponer, diluir o hasta frustrar las decisiones del Gobierno.
Esta es la época del año en la cual las aves que viven en el norte migran al sur y los banqueros de todas partes vuelan a Washington. Son los días de la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Ministros de Finanzas y presidentes de bancos centrales de un sinnúmero de países se instalan en Washington para hablar con sus colegas, con los directivos del FMI y del BM y con los banqueros del sector privado.
En la década de 1990, italianos, rusos y venezolanos estaban tan hartos de sus políticos como los egipcios, brasileños y turcos hoy están de los suyos. La corrupción, que durante mucho tiempo había sido tolerada, de repente se les volvió insoportable. La gente también perdió la paciencia con la ineptitud burocrática y los malos servicios públicos. Se evaporó la apatía política y salir a la calle a protestar al grito de “Échenlos a todos” se hizo normal. “Todos” eran, por supuesto, los políticos que vivían cada vez mejor mientras a la mayoría le iba cada vez peor. En Italia, Tangentópolis, el escándalo de corrupción que desveló los enormes sobornos en los contratos de obras públicas, produjo un terremoto político. Mani pulite (manos limpias), la investigación realizada por un grupo de magistrados, llevó a juicio a más de la mitad de los miembros del Parlamento italiano. Los Gobiernos de más de 400 ciudades fueron disueltos una vez descubierta la vasta corrupción que los corroía. Los cinco partidos que habían gobernado Italia desde 1947 colapsaron, y con ellos el sistema de partidos que hasta entonces dominó la política. Los italianos exigían líderes honestos y, sobre todo, nuevas caras en el poder. Silvio Berlusconi ofreció sus servicios a la nación. En 1994, solo tres meses después de crear su partido Forza Italia, Berlusconi obtuvo los votos necesarios para ser primer ministro. Y ahí se quedó: es el político que más tiempo ha gobernado Italia durante la posguerra.
A pesar de sus vicisitudes, Julian Assange y Edward Snowden son muy afortunados. Al menos no son periodistas ecuatorianos. Si lo fuesen, sus circunstancias serían aún peores. Snowden y Assange también tienen la suerte de que el presidente de la nación agraviada por sus filtraciones sea Barack Obama y no Rafael Correa.
Primero fue Túnez, luego Chile y Turquía. Y ahora Brasil. ¿Qué tienen en común las protestas callejeras en países tan diferentes? Varias cosas… y todas sorprendentes.
En mi anterior columna (La revolución más importante) describí las profundas transformaciones que están ocurriendo en el mundo de la energía. La explosión del consumo en Asia, liderado por China, la irrupción del continente americano como posible fuente principal de petróleo y gas para el mundo, la nueva híper-competencia entre países y empresas y la inminente autosuficiencia de EEUU son algunos de los cambios que nos alertan sobre la conformación de un nuevo orden energético mundial. Quizás, el más inesperado de estos cambios es que las discusiones entre los expertos han pasado del énfasis en la escasez de energía a su abundancia. Un estudio de Citigroup, por ejemplo, concluye que el consumo de energía llegará a su nivel más alto en 2020, y que de ahí en adelante declinará.
Mientras los medios siguen con obsesiva y justificada atención las matanzas en Siria, la crisis económica europea o algún escándalo político que inevitablemente domina los titulares, hay una revolución en curso que está cambiando el mundo sin que muchos se den cuenta.
Está emergiendo un nuevo orden mundial de la energía. Estos son algunos de los eventos que han transformado profundamente esta industria, sus mercados y, en definitiva, el planeta.
Como escribió León Tolstoi, las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera. Además, mientras que hay familias cuya infelicidad solo les afecta a ellas, otras propagan sus problemas. Las vicisitudes de la atribulada familia Tsarnaev, por ejemplo, se desperdigaron por todo Boston. Los dos hijos, Tamerlán y Dzhokhar, decidieron que la mejor forma de canalizar su infelicidad era asesinando a inocentes en el maratón de Boston. Su manera de ser infelices hizo muy infelices a centenares de otras familias.
El precio que pagan los Gobiernos que violan reglas básicas de la democracia ha venido cayendo. Ahora está demasiado barato y es urgente subirlo. Tiene que haber más riesgos y más costos para quienes atentan contra la libertad.
La obesidad y la pérdida de privacidad serán a este siglo lo que el fumar fue al siglo pasado. Coca Cola, PepsiCo, Nestlé, MacDonalds y otras empresas cuyos ingresos proceden de la venta de productos con alto contenido de azúcar o grasa, y aquellas como FaceBook, Google o Twitter, que dependen de captar información personal de sus usuarios para vendérsela a anunciantes, afrontarán problemas parecidos a los que tienen las compañías que venden cigarrillos.
» Escena 1. Ese domingo Carmen se sintió agotada pero muy satisfecha. Agotada porque a sus 78 años, 15 horas de viaje en autobús son muchas. Pero también satisfecha porque había logrado votar para elegir al próximo presidente de Venezuela. Para hacerlo tuvo que trasladarse de Miami, donde vive desde hace tres años, hasta Nueva Orleans, la ciudad más cercana donde los venezolanos residentes en el sur de Florida pueden votar. El largo viaje se debe a que Hugo Chávez decidió cerrar el consulado de Venezuela en Miami. Así, los 20.000 venezolanos que allí viven (muchos de los cuales simpatizan con la oposición) tuvieron que escoger entre no votar o ir a Nueva Orleans. Miles tomaron autobuses o fueron en sus autos o en avión. Votaron en la presidencial de octubre y lo volvieron a hacer el 14 de abril. La televisión mostró conmovedoras imágenes de jóvenes, parejas con sus bebés a cuesta y de ancianos haciendo lo que fuese necesario con tal de votar.
La buena noticia es que la economía estadounidense está en recuperación. La mala es que, una vez superada la crisis, las ganas de hacer los cambios necesarios para que Estados Unidos tenga una situación fiscal más estable se han evaporado. Los desequilibrios entre los ingresos y gastos del Gobierno de EE UU seguirán siendo problemáticos mientras no se adopten reformas que aumenten la tasa de ahorro, disminuyan los costes del sistema de salud y reduzcan la desigualdad en los ingresos.
En su primer discurso ante el Congreso, en 2009, el presidente Obama propuso un presupuesto con ambiciosas inversiones en energía, sanidad y educación. “Esto es América”, proclamó. “Aquí no vamos a lo más fácil”. Cuatro años después, hasta lo fácil se le ha vuelto imposible. “Acordemos aquí, y ahora, mantener al Gobierno funcionando, pagar las facturas a tiempo y proteger el crédito de Estados Unidos”, imploraba Obama al Congreso hace unas semanas. Evidentemente, el presidente de la superpotencia no se debe sentir muy poderoso.
Ya antes de su muerte, Hugo Chávez se había sumado a Fidel Castro y Ernesto Che Guevara en el panteón de líderes latinoamericanos a los que se reconoce al instante en todo el mundo. Y, como Castro y Guevara, Chávez es de lo más polémico. Es objeto de una profunda admiración que se transforma enseguida en veneración apasionada, y de un antagonismo que se convierte con la misma facilidad en odio intenso. Chávez murió el martes, a los 58 años, después de dos años de tratamientos contra el cáncer, según el vicepresidente venezolano Nicolás Maduro.
Cuando Karl Elsener andaba diseñando una navaja para el Ejército suizo, a finales del siglo XIX, no podía imaginar que, más de cien años después, su invento se habría convertido en una herramienta multiusos universal.
La crisis económica ha hecho que la clase media en Europa y Estados Unidos hoy sea mucho más vulnerable a los avatares que empujan a una familia hacia la pobreza. Y en los países de menores ingresos, a pesar del indudable progreso de algunos, la mayor parte de la población sigue siendo pobre. Mientras tanto, la desigualdad económica ha venido agudizándose. Entre 1970 y 2012, los ingresos del 1% de la población de EE UU que más gana se duplicaron, pasando del 10% al 20% del total. Y durante aproximadamente ese mismo lapso, los ingresos del 10% de la población más pobre solo crecieron un 3,6%. Y sabemos que la carga más pesada del ajuste económico europeo no ha recaído precisamente en quienes más tienen.
¿En que se parecen la crisis económica europea, la guerra civil en Siria y el calentamiento global? Nadie parece tener el poder para detenerlos.
Esto se debe en parte al hecho de que los tres pertenecen a una peligrosa clase de retos que enfrenta el mundo: problemas que requieren de la intervención de varios países actuando concertadamente ya que ninguna nación —ni siquiera una superpotencia— los puede resolver por sí sola. Además, estos problemas se complican debido a que la capacidad de los países para ponerse de acuerdo entre sí y actuar de manera concertada ha venido declinando.