Moisés Naím

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Moisés Naím: “Los que se enamoren de China, tienen que desenamorarse de la democracia”

Manel Manchón / Cronica Global

Moisés Naím, (Trípoli, 1952), exdirector ejecutivo del Banco Mundial y exministro en Venezuela --entre otras muchas responsabilidades--, vive en Washington el confinamiento por el coronavirus y trabaja para el Carnegie Endowment for International Peace. Su libro El fin del poder (Debate) es uno de los grandes referentes para entender un mundo que ha decidido instalarse en la fragilidad permanente. Naím, uno de los pensadores más influyentes, atiende a Crónica Global desde EEUU, y señala, para los que se inclinan ahora por los regímenes orientales más eficaces con el Covid-19, que sepan a qué atenerse: “Los que se enamoren de China, tienen que desenamorarse de la democracia”.

--Pregunta: En su libro El Fin del poder poder reflejaba que en los años cincuenta la ayuda internacional la capitalizaba Estados Unidos, con un 58% del total, y que le seguía Francia, con el 22%. Ahora todo eso ha cambiado, y es China la que vende a España material para hacer frente al coronavirus por 400 millones de euros. ¿Qué cambiará tras esta pandemia, además de ese papel más central de China?

--Respuesta: Ahora cualquier cosa que se diga es temporal y transitoria. Lo que caracteriza en esta época es ese abandono de lo permanente. Hay cambios continuos y las situaciones pasajeras están para quedarse. Una de las consecuencias claras será la apuesta por el teletrabajo. Será uno de los legados, el mayor énfasis por el teletrabajo, que será más barato para las empresas y más cómodo para muchos trabajadores. Debemos ver un punto de inflexión, un salto importante en distintos ámbitos, pero quiero ser cauteloso. Basta que en los próximos seis meses se encuentre una vacuna para que todo esto tenga muchas menos consecuencias.

--La vacuna, en la que ya trabaja China, ¿podría acentuar, de hecho, el papel de China en el mundo, si la acaba teniendo antes?

--Quien obtenga la vacuna la va a tener que poner a disposición de la humanidad. La distribución mundial de la vacuna tiene que ser producto de la colaboración y no de la rivalidad comercial. Lo que se debe tener en cuenta es que si para diciembre de 2020 no hay vacuna o tratamiento, si hay millones de muertos, todo será muy diferente.

--Al margen de si se obtiene o no, hay quien apunta que en un año se acabará con el coronavirus.

--No lo sabemos. El problema de esta enfermedad es que no sabemos la totalidad de los contagiados. Y no se puede gestionar nada si no puedes medir. Sin los test para conocer a los contagiados, no es posible una mejor gestión.

--¿Qué le parecen las distintas reacciones para hacer frente al virus, con los casos de China o de Estados Unidos?

--Tenemos una manera brutal y dura de medir las reacciones, la que se ofrece con la letalidad. Y estamos viendo lo que ocurre en Italia, España o Nueva York. Y luego vemos los casos de Corea del Sur o China. Pero insisto en que es temprano para saber cómo lo acabarán haciendo todos. Cabe notar que los casos con más afectaciones son de países desarrollados, como Italia​, Europa en su conjunto, pero eso no quiere decir que no llegue a países menos desarrollados, con poblaciones precarias y sistemas de salud débiles, y estoy pensando en India, Indonesia, Bangladesh, Brasil o México. Si ocurre en esos países, con muchos más casos, puede ser muy grave.

--¿Se plantea un debate moral, como ha ocurrido en Estados Unidos, con la apuesta por la economía, frente a la población más mayor que ha planteado el gobernador de Texas o el presidente Trump?

--Eso lo planteó, efectivamente, el gobernador de Texas. Pero es una visión que ha sido repudiada por todos, notablemente por Bill Gates. No puede haber una transacción, y nadie va a poner a los ancianos en campos de concentración. Trump señaló que reducirá las restricciones para finales de la semana santa, pero ya ha rectificado, porque entendió que si tomaba su primera idea agravaba el problema.

--¿China ganará adeptos tras esta crisis? ¿Puede ser un polo de atracción para las democracias liberales al haber atajado mejor la pandemia?

--Las sociedades democráticas pueden caer en la tentación de tener una solución más inmediata, como la de China, pero todo indica que cuando se explica cómo lo han conseguido, con la invasión tan enorme del Gobierno en las vidas de la gente, con restricciones individuales, con restricciones de las libertades civiles, se percibe que no puede ser el modelo. Los que se enamoren de China tienen que desenamorarse de la democracia. Y no veo gran apetito mundial para mudarse de forma permanente a China. 

--¿Occidente confió en exceso en que la democracia se abriría paso en China con su expansión económica, tras la entrada en la OMC?

--Es que no lo sabemos si llegará o no a ese camino. No hay que olvidar que ese monolito que es el Partido Comunista Chino, con toda su estructura, autoritario, podría tener fisuras. Soy cauteloso, porque nada es inamovible o permanente. Hemos tenido demasiadas sorpresas para pensar que las cosas serán para siempre, a pesar de todo el poder del Partido Comunista, o del propio Xi Jinping, que ha acumulado un poder enorme.

--Pero, ¿no puede haber la tentación de querer ese modelo si resuelve mis problemas, en este caso, sanitario?

--Lo que ocurre es que cuando estás confrontado directamente con la muerte entonces estás dispuesto a optar por otras cosas, a ceder tus derechos civiles. Si tu alternativa es la muerte, muchas opciones antes impensables pasan a ser viables. Lo hemos visto en las encuestas en muchos países como Estados Unidos o Francia, después de ataques terroristas.

--En Europa ahora se juega otra batalla, la de la Unión Europea, para hacer frente a la crisis sanitaria y económica. ¿Es la última oportunidad para la Unión Europea, después de conocer las enormes divisiones internas?

--Yo soy un europeísta entusiasta, pero he sido desilusionado muchas veces. Sin embargo, no hay tal cosa como una última oportunidad. La Unión Europea puede seguir, de una forma insuficiente, defectuosa, mediocre, pero sin morir. La actual UE es una unión, pero fragmentada. No lo hace tan bien como los europeos merecen. Ahora sería necesario un actor liberal, fuerte, en momentos en los que Estados Unidos está de retirada Pero, a pesar de todo, hay un mínimo común denominador en el seno de la Unión Europea.

--¿Es decir, ve a una UE renqueando, de nuevo, sin capacidad para dar un golpe en la mesa como pudiera ser el impulso de eurobonos?

--Depende de lo que usted se refiera por golpe en la mesa. Es más fácil que lo dé en el campo de la economía, pero sin llegar a los eurobonos, porque esta es una idea a la cual Alemania se opone. También puede la UE desbloquear problemas, como romper obstáculos comerciales para la compra de material en la lucha contra el coronavirus.

--Decía usted que Estados Unidos está de retirada. ¿Qué debemos esperar ahora?

--Las elecciones. Debemos esperar lo que ocurra en noviembre. Mientras esté Donald Trump al frente, pronosticamos una declinación de Estados Unidos en el mundo. Las empresas, sin embargo, seguirán siendo muy importantes, sus grandes multinacionales y compañías tecnológicas, y su gran sistema universitario. Pero en la geopolítica, si dejas un espacio lo llena otro, sea China o Rusia.

--¿Si gana Joe Biden la situación internacional puede cambiar?

--Sí, por eso digo que no se pueden emitir juicios definitivos. Biden puede estar más dispuesto a tratar a los europeos como aliados y no como rivales, a llegar a pactos con China, que sean buenos para todas las partes, a tener menos fricciones con Rusia. En Washington, donde me muevo, se está hablando de eso. Biden tiene más opciones tras el coronavirus, sin descartar que Trump pueda, perfectamente, volver a ganar.

-Rusia ¿puede aprovechar la ocasión para una nueva incursión internacional, como ocurrió con Crimea?

--No lo sabemos, pero sí es cierto que ser una superpotencia ahora es más barato. Rusia ha llenado vacíos, en Medio Oriente, en Siria, en Ucrania, o en América Latina, con la crisis venezolana, donde no habrá soluciones si Rusia no se sienta en la mesa y expone sus intereses. Pero no hay que olvidar que Rusia es un estado que depende totalmente de sus exportaciones de gas y petróleo, con precios que han descendido mucho. Eso sitúa a Rusia en una situación débil. Es el país más grande del planeta, pero con una economía como la de Brasil. Es un estado económicamente precario y frágil.

--Y, por tanto, peligroso

--Sí, puede crear un enemigo exterior para distraer de los problemas domésticos.

--¿España, desde Estados Unidos, cómo se percibe en esa lucha ahora contra el coronavirus?

--Se ve como un país que está protagonizando una gesta heroica, pero con chapuzas para las cuales no hay palabras. Es un país con enormes profesionales, y se ve con gran admiración y solidaridad y afecto. Pero con esta coalición extraña, entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, que no sé si se merecen uno al otro.