¿Por qué colapsó Venezuela? Cuando el socialismo no es el problema
Javier Conde / El Observador
Un día antes del 28 aniversario del intento de golpe de Estado de Hugo Chávez contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, Naím y Toro publicaron “El problema de Venezuela no es el socialismo”, con un brevísimo sumario o subtítulo que reiteraba, y clarificaba, la tesis de los autores: El desastre de Maduro poco tiene que ver con la ideología.
Una idea a contracorriente de lo que se sostiene y difunde desde Washington a Madrid; de París a Brasilia, para explicar el intrincado caso venezolano.
En otra nota anterior en Foreign Affairs, de enero de 2019, diagnosticaron y advirtieron sobre el suicidio de Venezuela. "Ese fue el artículo de Foreign Affaris más leído el año pasado", consignó Naím.
Doctorado por del Instituto Tecnológico de Massachusetts (2002), Naím es uno de los columnistas más leídos en el idioma español. Durante 14 años dirigió Foreign Policy, que él evolucionó desde su formato académico hacia una publicación más allá del público especialista y amplió su influencia mundial. Sus columnas semanales son publicadas por los principales diarios de América Latina así como por El País de España y La República de Italia y su programa televisivo Efecto Naím es difundido por la cadena colombiana NTN24 en decenas de países. Es miembro distinguido de Carnegie Endowment.
En el reciente artículo de Foreign Affairs, Naím y Toro, quien habitualmente publica en The Washington Post, establecen de partida que las políticas socialistas de Chávez devastaron ciertamente el país con "las expropiaciones caóticas y a gran escala, los desastrosos controles de precios y de cambio, las regulaciones sofocantes y la hostilidad desenfrenada hacia el sector privado".
Pero alertan que centrarse en que Venezuela es un fracaso del socialismo "es nublar el quid de la cuestión".
"El gobierno de Maduro es una confederación de grupos criminales domésticos e internacionales cuyo presidente tiene el rol de capo de la mafia. Lo que mantiene unido al régimen no es ni la ideología ni la búsqueda de un orden rígido: es la lucha por el botín que emana de una vertiginosa variedad de fuentes ilegales", escribieron para FA. Y esa es la razón profunda del colapso: la apropiación de los inmensos recursos por "una confederación de criminales despiadados que actúan dentro y fuera del país".
En su libro Ilícito (Debate, 2006), Naím profundizó en las actividades de las redes ilegales del tráfico global, que conectadas con agentes de la esfera legítima tendrían un impacto fortísimo en todas las áreas de la dinámica mundial. "Es uno de los lentes con que miro el mundo", dijo. Otro, es su libro de El fin del poder (Debate, 2013) en el que argumenta como los grandes centros de poder "se ven más restringidos en su capacidad para utilizarlo". Texto que mereció los elogios, entre otros, de Bill Clinton.
La visión de que no son las ideas socialistas la causa del colapso venezolano sino la actuación de una corporación mafiosa ¿es compartida en otros ámbitos, políticos, académicos, de gobierno? ¿Hay reacciones?
Sí hay reacciones, se ve por los artículos que están saliendo. A ver, yo no digo que Chávez no hacía cosas socialistas, el ‘exprópiese’, el meterse con los controles de precios, todas esas cosas. Hay otros países que expropian, que ponen controles de precios, pero no colapsan como colapsó Venezuela. Y colapsó no porque tenían una política socialista, sino porque más importante que lo socialista lo que tenía era corrupción, incompetencia y ocupación extranjera. La variable más importante para explicar lo que ocurrió en Venezuela son dos: (Hugo) Chávez y (Fidel) Castro. Nos tardamos muchísimo en darnos cuenta que Venezuela es un país ocupado. Venezuela es un estado fallido pero también es un país ocupado por una potencia extranjera .
¿El colapso de Venezuela ocurrió en el período chavista o viene de antes?
La democracia venezolana fue una democracia de países subdesarrollados, imperfecta, defectuosa pero pasamos de ser una democracia defectuosa a una democracia colapsada. No hay una decisión que haya tomado el Tribunal Supremo que haya sido contra Chávez o Maduro, o una ley que haya pasado por el Congreso que iba contra Chávez. La separación de poderes, los procedimientos democráticos, darle voz y espacio a la oposición, todo eso desapareció. Se puede criticar a la democracia previa a Chávez tanto como se quiera, pero ahí no había presos políticos, ni políticos exiliados, no había elecciones no verificadas, había observación internacional. La idea de que la democracia venezolana era tan mala como en la época de Chávez es una idea tendenciosa, mendaz, ignorante y desinformada.
Y en esa idea incurrieron los medios en algún momento
No solo eso. Hay que recordar que todos estos estilos como el de Chávez —lo estamos viendo con (Andrés Manuel) López Obrador, en Cristina Fernández, en (Alberto) Fernández—, tienen como requisito indispensable la demonización, denuncia y desprecio del pasado. El pasado es catastrófico, lo mismo que hace Trump todo el tiempo. Para este tipo de regímenes es muy importante demonizar y mentir abiertamente sobre el pasado. No hay nada de los 40 años de la democracia venezolana, por ejemplo, que merezca ser reivindicado, aplaudido, continuado. Y los medios cayeron en esa narrativa de que todo el pasado era peor.
¿Se pudiera pensar que la cleptocracia a la que alude aumentó con la desaparición de Chávez o esos gérmenes estaban plenamente arraigados?
No lo sabemos, ni lo sabremos. Por definición la corrupción es clandestina, invisible, secreta, no lo puedes saber. No hay duda de que en los años en que Chávez estuvo en el poder apareció una nueva oligarquía, asociada al gobierno, a los familiares, amigos, socios y aliados, de Chávez, del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y de los militares. Eso nadie puede dudarlo. Nombres que jamás habíamos oído se volvieron potentados, los aviones privados inundaron los aeropuertos. Gente cuya única calificación como nuevos potentados era que estaban cercanos al régimen.
Eso no ocurre porque estén produciendo más, porque estén inventando cosas nuevas o creando empleo. Ocurre porque estaban chupando de las enormes distorsiones que había creado Chávez. Muchos de ellos eran muy cercanos a Chávez, empezando por la familia (Diosdado) Cabello, la familia de la esposa de Maduro (Cilia Flores).
Gobiernos, políticos, analistas, sostiene el artículo, han perdido de vista esa categorización del régimen venezolano como cleptómano, ¿qué hubiera cambiado con esa comprensión?
Venezuela se ha convertido en el arma arrojadiza que se usa en foros y debates políticos del mundo. Cuando un político quiere descalificar a otro dice ´es que si hacemos lo que propones, vamos a Venezuela´. Eso ocurrió en España, en Italia, en Francia, Trump lo dice un día si, un día no. Bolsonaro también utilizó la idea de que el socialismo te lleva a Venezuela.
Por eso había la necesidad de explicarlo en el artículo. Sí, es verdad que había políticas socialistas en Venezuela, pero otros países que han tenido políticas socialistas como, por ejemplo, la Bolivia de Evo Morales, la Argentina de los Kirchner, el Brasil del Partido de los Trabajadores, muchos países siguieron políticas parecidas a Venezuela y no colapsaron.
La devastación que estamos viendo es mayor que cualquier guerra. La caída del producto, la destrucción de riqueza, la destrucción de la capacidad productiva, la devastación institucional, eso no la habíamos visto en ningún país socialista.
Pero ¿qué hubiera cambiado tener esa compresión?
Probablemente la política de Estados Unidos, de Europa, de Brasil, de Colombia. Si hubieran sabido lo que les venía, hubieran actuado antes. Chávez fue un prestidigitador de la política, un mago, con una mano hacía ver un objeto brillante y con la otra estaba haciendo el truco.
Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno español, por ejemplo, dijo que (Juan) Guaidó era el jefe de la oposición. Ese es un término muy formal que está codificado y formalizado en Inglaterra, donde el jefe de la oposición es el líder de la bancada minoritaria, y en Estados Unidos. La gente puede estar pensando que en Venezuela hay una democracia, que hay dos partidos, un partido enfrentado a otro, que en este caso se ha exacerbado y se salió de cauce pero que sigue siendo un juego democrático entre dos fuerzas equivalentes.
Y no es eso lo que pasa en Venezuela. No hay un enfrentamiento entre dos partidos políticos en una democracia. En Venezuela hay potencias extranjeras que están directamente involucradas en la gestión del país, China, Rusia, Cuba, Turquía, Hezbolla, el ELN, el resabio de las FARC, los narcos. Hay potencias transnacionales y extranjeras que determinan lo que sucede en Venezuela de manera significativa. La dinámica democrática entre dos partidos no da para eso.
No se percibe en el artículo una solución a corto o mediano plazo, la solución es que ese le acabe la gasolina a a Maduro, ¿es así?
No, yo no creo eso, la solución en Venezuela pasa porque el mundo y también los venezolanos entiendan que esa frase que dice que el problema de Venezuela lo tienen que resolver los venezolanos, es mentira. Esa frase es falsa, parte de premisas equivocadas y conduce a acciones equivocadas como las que acabas de decir. Lo que dice el artículo es que hay que sentarse a hablar con gente que odias. Hay que sentarse con los cubanos, con los rusos, con las fuerzas fácticas que están determinando la realidad. Hay centros de poder muy importantes que no van a desaparecer porque a uno no le gusta su ideología.
Lo que decimos en el artículo es que los venezolanos no están listos, Maduro no está listo para oír eso, el siente que puede quedarse ahí porque no pasa nada…
No se siente realmente amenazado.
Sí creo que se siente amenazado, que se levanta todos los días a preguntarse por dónde le van a venir las presiones. Y las recientes sanciones a la comercializadora de la petrolera de Rosneft son muy importantes. Lo que quiero decir es que la gente en Venezuela no está lista para oír la idea de que hay que negociar con gente que detestas, y odias y que son criminales.
Hay una manera principista de decir que mis valores no me permiten eso, que prefiero que las cosas sigan así antes de hablar con unos tipos que han destruido mi país. Es una posición perfectamente respetable. Pero otra, también respetable, dice que mientras tanto los niños se están muriendo de hambre. Ni los venezolanos están listos para oír que tienen que hacer coaliciones odiosas y repugnantes, ni los del gobierno está pensando negociar con la oposición, porque creen que lo que tienen es que aguantar, para que esos muchachos colapsen.
Ni ahora, ni antes la oposición y la gente estuvo dispuesta a conversar con la otra parte, ¿no piensa que al Guaidó rechazar la invitación de Noruega a volver a las conversaciones.. .
Eso es falso. Guaidó lo que dijo es que no está dispuesto a que le hagan lo que le hicieron en Santo Domingo, en Barbados. Maduro ha sido muy talentoso, y los cubanos que lo asesoran también, en utilizar los diálogos para ganar tiempo, para dividir la oposición, para poner a la gente de la oposición a pelear, para enfriar las calles, para diluir las presiones. Hay que verlo desde ese ángulo. No desde el ángulo de que Maduro es bueno y está dispuesto a negociar y Guaidó un incompetente que repudió a los noruegos. Esa es una caricatura injusta.
¿Cómo se logra hablar, entonces, con esos que "odias"?
Cuando esos que odio estén dispuestos a hacer concesiones que hasta ahora no han estado dispuestos a hacer. Primero soltar a los presos políticos; segundo, permitir que regresen los que están exiliados; tercero, terminar con la violencia contra la oposición; cuarto, permitir que haya un Consejo Nacional Electoral que no sea un apéndice de Miraflores (el Palacio de Gobierno); quinto, que haya elecciones supervisadas por la comunidad internacional de verdad.
¿Y esas condiciones las van a dar antes de sentarse a negociar?
Las van a dar cuando sientan que no tienen más opciones, ellos van a resistir eso hasta que no tengan más alternativa, esa es la conclusión del articulo. Ni los venezolanos están dispuestos a oír eso y los del gobierno sienten que no necesitan hacerlo.
En el artículo se señala que los comentaristas políticos no descartarán la perspectiva de una intervención, ¿usted la descarta?
Lo que decimos en ese artículo son hechos, no son opiniones ni deseos. La demanda para que Maduro salga por la fuerza militar en Venezuela y la diáspora es enorme, infinita. Todo el mundo quiere eso. La oferta de quienes tienen que hacerlo es cero.
Los países de América Latina exigen que se haga explícito que no haya ninguna intervención militar. Lo reiteró la comunidad europea, y lo dicen los militares americanos. Con frecuencia me invitan a charlas en el Pentágono y uno se da cuenta que tienen muchas otras cosas en el plato antes que Venezuela. Lo dijo claramente Elliott Abrams: la intervención de Estados Unidos no será porque se lo pida la gente, la intervención será cuando EEUU decida que está en su interés nacional hacerlo, y dedicar dinero, tropas y sufrir con las consecuencias en términos de muertos y heridos americanos para restablecer la democracia en Venezuela. La respuesta es: demanda infinita, oferta cero.
En ese contexto, ¿cuál es la evaluación de la gira de Guaidó y los retos a los que está sometido su liderazgo?
El consenso mundial es que la gira fue un gran éxito, hasta para la gente opositora que crítica de manera constante a Guaidó. Los guerreros del teclado, que tuvieron que callarse después de que habían anunciado catástrofes y que Trump no lo iba a ver. En Washington tuvo un enorme impacto, en Europa, en Davos. Ese gran éxito le dio oxígeno y energía pero tiene como contraparte el hecho de que las expectativas están muy altas.
A altas expectativas, altas frustraciones. Cuando Guaidó llegó hace un año también sufrió las consecuencias de crear expectativas de que la transición de la dictadura a la democracia iba a ser rápida y relativamente indolora. Cuando eso no ocurrió, hubo una gran frustración amplificada por las grandes expectativas que se habían creado alrededor de él.
Ahora está enfrentado el peligro de que hay también unas grandes expectativas por el éxito de la gira, más las sanciones ampliadas e intensificadas de los Estados Unidos, junto con el deterioro del país y de Maduro que llevan a que haya una posibilidad de un cambio. Vamos a ver. Pero las altas expectativas siempre son un problema.