Moisés Naím

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¿Por qué Fidel enloquece a los yanquis?

Moisés Naím / El País

¿Cuál fue el país del cual más hablaron Hillary Clinton y Barack Obama en su reciente debate televisado? Cuba. ¿Cuba? ¿Por qué dedicarle más atención a Cuba que a China?

Porque Cuba y Fidel Castro desquician a los políticos estadounidenses. Estados Unidos lleva más de medio siglo haciendo locuras cuando se trata de Cuba. De la invasión en bahía Cochinos a la contratación de la mafia para asesinar a Fidel, sobran los ejemplos de decisiones trastornadas. Pero ningún ejemplo mejor que el embargo que le ha dado al régimen cubano la excusa perfecta para justificar la bancarrota económica y la represión política. Además, el embargo también implica un doble rasero que desprestigia a Estados Unidos.

¿Qué hubiese pasado, por ejemplo, si desde hace 10 años Estados Unidos hubiese tratado a Cuba como trata a Vietnam? A pesar de la guerra y de que el actual Gobierno vietnamita es comunista, autoritario y represivo, Washington mantiene cálidas relaciones con Hanoi. Pero no con La Habana

¿Qué explica tanta y tan prolongada irracionalidad? Moscú y Miami.

Durante la guerra fría fue natural que Washington se obsesionara con una isla transformada en base soviética. Pero terminada la guerra fría, el lobby del exilio cubano ha logrado que Cuba tenga una desproporcionada importancia para los políticos estadounidenses. De John F. Kennedy a George W. Bush, tanto republicanos como demócratas le han evitado a Castro tener que enfrentar la amenaza que significa que Estados Unidos trate a Cuba como otra de las tantas tiranías con las cuales tiene relaciones diplomáticas normales.

Además, la obsesión fidelista ha impedido a los estadounidenses aplicar en Cuba una política basada en las lecciones aprendidas de las transiciones de otros países ex comunistas. La más obvia es que hay más países estancados en la transición que aquellos que progresan rápidamente en su evolución poscomunista.

Esto quiere decir que "el día después" del castrismo puede terminar siendo una noche muy larga. Otra importante lección es que cuanto más internacionalmente aislado ha estado un país comunista, más traumática será su transición.

Por lo tanto, en vez de aislar a Cuba lo lógico sería hacer lo posible por integrarla al mundo. También hemos aprendido que desmantelar un Estado comunista es más fácil que construir su reemplazo. Yugoslavia nos lo recuerda a diario. Y Rusia nos recuerda que los poderosos conglomerados empresariales que capturan al Gobierno pueden ser tan voraces y abusivos como el Partido Comunista cuando tenía el poder. Por ello, introducir una economía de mercado sin tener un Gobierno capaz de limitar los abusos del sector privado conduce a sociedades donde quienes tienen espíritu empresarial tienen más incentivos para emular a Al Capone que a Bill Gates.

Sabiendo todo esto es difícil pensar que lo que reemplazará al régimen castrista es el paraíso democrático y capitalista que los políticos estadounidenses le prometen a Miami. Más bien, las lecciones que nos ofrecen los países que han pasado por experiencias parecidas es que la Cuba poscastrista puede terminar pareciéndose más a Albania que a Bahamas. En vez de un masivo flujo de inversiones hacia Cuba, lo que puede tener lugar es un masivo flujo de emigrantes cubanos escapando de un caótico país donde el Gobierno ya no quiere o no puede retenerlos por la fuerza. Privatizar la economía será un proceso engorroso y complicado por las casi 6.000 multimillonarias demandas interpuestas en Estados Unidos por los dueños de propiedades expropiadas por la revolución. La isla se puede volver el epicentro del tráfico de drogas y la anarquía política puede hacer el país ingobernable.

Este horrible escenario no es ni inminente ni inevitable. Pero tampoco tiene por qué ser inevitable que la única alternativa sea más de lo mismo: un país donde la única forma de alcanzar una vida libre, digna y próspera sea emigrando. La transición es difícil pero no imposible. Y hay países que transitan con éxito su salida del comunismo. Pero para ello es necesario tener claro cuáles son las trabas que impiden el progreso. Por eso hay que levantar el bloqueo estadounidense. Esto no hará desaparecer los problemas de Cuba. Pero al menos aclarará cuáles son.