Enanos emocionales
Moisés Naím / El País
Hay personas cuyo enanismo emocional tiene consecuencias mundiales.
Ralf Nader es una de estas personas. En 2000 este político estadounidense decidió postularse a la presidencia de su país a pesar de que muchos de sus asesores le aconsejaron -rogaron- que retirara su candidatura, ya que ésta sólo serviría para restarle votos a Al Gore y ayudar a George W. Bush. Nader insistía en que él representaba la única alternativa: "Bush y Gore parecen iguales, actúan igual y son lo mismo, así que no importa cuál de los dos gane".
Si bien Nader sólo obtuvo el 2,7% de los votos, las 97.421 personas que en Florida votaron por él cambiaron la historia. En Florida, Bush le ganó a Gore por 537 votos y las encuestas indicaron que muchos de los votos para Nader hubiesen sido para Gore. Así, de haber Nader retirado su candidatura, Al Gore hubiese sido el presidente de Estados Unidos y no George W. Bush.
No sabemos cómo hubiese reaccionado Gore a los ataques terroristas del 11-S, pero sí sabemos que invadir Irak no hubiese sido tan prioritario para él como lo fue para Bush. También sabemos que Gore hubiese adoptado una política hacia el medioambiente muy distinta a la de Bush. El mundo ha pagado caro el narcisismo de Nader.
Otro ejemplo de conductas pequeñas que causan grandes problemas es el que nos está dando en estos días el reverendo Jeremiah Wright. La conducta del reverendo puede llegar a impedir que Barack Obama, su ex amigo y protegido, llegue a ser el primer presidente negro de Estados Unidos.
Como se sabe, el reverendo Wright cree que el virus del sida fue producido por el Gobierno estadounidense para matar negros y que los ataques del 11-S fueron causados por la política internacional de los Estados Unidos. Los vídeos de sus sermones, incluyendo uno donde aparece maldiciendo a América, ya son -y seguirán siendo- parte de la propaganda electoral de los rivales de Obama.
Inicialmente, Obama reaccionó rechazando estas ideas, pero insistiendo en que seguía considerando al reverendo Wright parte de su familia. Obama también aprovechó las circunstancias para dar un extraordinario y muy bien recibido discurso sobre la situación racial en Estados Unidos.
Después de este discurso, el reverendo Wright se mantuvo en silencio y alejado de las cámaras. Pero la semana pasada reapareció: histriónico, ególatra, imprudente, ofensivo y absolutamente desinteresado en cuidar a su amigo Obama. Las entrevistas televisadas, ruedas de prensa y conferencias que ofreció Wright no dejaron dudas que es, en efecto, el algo alucinado y muy equivocado polemista que sus adversarios le acusan de ser.
Como era de esperarse, esta campaña mediática de Wright le ha hecho un enorme daño electoral a Obama a quien, de paso, Wright ha acusado de ser un hipócrita político más. Así, Obama se vio forzado a romper públicamente con el reverendo que le guió por la senda del cristianismo, que ofició tanto su matrimonio como los bautizos de sus dos hijas y por quien evidentemente sentía gran afecto.
Todo esto lleva a dos inevitables preguntas. Una es política: ¿le hará Wright perder la elección a Obama? La otra es humana: ¿por qué?, ¿qué lleva a Wright a actuar de una manera tan destructiva?
Ninguna de estas dos preguntas tiene respuestas claras. Por ahora las encuestas indican que el daño electoral que ha hecho Wright no ha sido suficiente para hacer descarrilar la candidatura de Obama. Pero si Obama logra ser el candidato presidencial del Partido Demócrata, el arma más destructiva electoralmente en el arsenal de sus rivales serán las opiniones y creencias del reverendo Wright.
Queda por ver si Wright es el Nader de 2008.
Las contestaciones a la segunda pregunta hay que buscarlas más en las sinuosidades y recovecos de la psique que en los de la política.
¿Qué lleva a Wright a actuar de maneras tan imprudentes y mezquinas? Observando a Wright recordé la manera cómo el novelista Milan Kundera describe el vértigo. Kundera escribe que las personas empeñadas en "llegar siempre a un lugar más alto" tarde o temprano sufrirán de vértigo: "¿Qué es el vértigo? ¿El miedo a la caída? No. El vértigo es algo distinto del miedo a la caída. Es la seductora voz del abismo que nos tienta y nos atrae. Es el deseo de caer al cual reaccionamos espantados".
Mi impresión es que el reverendo Wright por ahora no sufre de vértigo. Y que disfruta coqueteando con el abismo.