Moisés Naím

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Un 'tsunami' de lágrimas de emoción

Moisés Naím / El País

"Ya no tenemos que escoger. Por fin podemos asumir nuestra condición de americanos sin traicionar nuestra condición de negros. Nuestro cuerpo político finalmente ha sanado. Somos americanos".

Esto lo escribe en The Root Jack White, un periodista afroamericano quien añade: "Esto no significa que la discriminación racial haya acabado. Significa que hoy celebramos el sorprendente y estremecedor descubrimiento de que el país que siempre hemos amado tanto ha finalmente decidido corresponder nuestro amor. Y nos quiere tanto como para confiar su incierto futuro a uno de nosotros, un hombre negro... No lo puedo evitar. Tengo lágrimas en los ojos y una canción en el corazón". Y no es sólo Jack White. La llegada de Barack Obama a la Casa Blanca desencadenó un tsunami de lágrimas de emoción.

Emoción y alegría es lo que se ha respirado en los últimos días en las gélidas calles de Washington. Calles llenas de gente venida de todas partes del país y del mundo, en muchos casos con gran esfuerzo. Fiestas por doquier y para todos. Celebraciones espontáneas en plazas, calles, oficinas, trenes, autobuses, restaurantes.

Nunca ha sido más natural iniciar una conversación con desconocidos en esta usualmente austera y muy afanada ciudad imperial. Las conversaciones y amistades se inician sin mayor razón que la de saber que se está compartiendo un momento histórico. Es fácil pronosticar que las expectativas acerca de cuánto y cuán rápido podrá Obama reparar las tragedias que hereda son exageradas. Y que muchos de los que hoy lo aplauden pronto se sentirán desilusionados por lo lento del progreso o por algunas de sus decisiones. De que esto va a pasar no hay dudas. Pero no será grave. Barack Obama gozará de una luna de miel con su electorado más larga de la que usualmente le ha tocado a otros presidentes. La gente entiende que los problemas que enfrenta no pueden ser aliviados a corto plazo. Según una encuesta de CBS / The New York Times, a la pregunta de cuánto le tomará al Gobierno de Obama "arreglar la economía", el 38% de los encuestados respondió que al menos dos años, mientras que el 18% dijo que cuatro años. El 22% cree que tardará un año en terminar la guerra en Irak, y el 39% piensa que será en dos años.

Y Obama lo recordó en su discurso. Los problemas son graves y tardarán en solucionarse. Y recordó a todos que nada se podrá lograr sin el sacrificio y el concurso de todos. El candidato de la emoción es ahora un pragmático presidente. El discurso fue —como se esperaba— muy bueno. Pero ningún discurso y ningún orador hubiesen podido superar la potencia del mensaje central: Obama. Él es el mensaje. Él y su historia son quienes conmueven. Barack Obama es la cara de la reconciliación, de lo imposible hecho realidad, de injusticias que ya no se toleran. El mensaje de que la esperanza ha derrotado al rencor.