Moisés Naím

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¿Quién hundió la economía mundial?

Moisés Naím / El País

Las cosas venían muy bien. Entre el 2002 y el 2007 la economía mundial tuvo su mejor periodo en cuatro décadas. Las economías crecieron, la inflación fue la más baja en 40 años, la pobreza declinó y la clase media apareció donde nunca antes había existido. Hoy en día este reciente nirvana económico parece casi prehistórico. Los precios de los alimentos y de la gasolina por las nubes, crisis inmobiliarias, economías en picada, desempleo en ascenso y pesimismo generalizado son ahora los titulares de las noticias. ¿Qué pasó? ¿Cómo pasamos tan rápido del paraíso al infierno?

Hay varios posibles culpables de esta crisis. Identificarlos es útil porque permite aclarar el diagnóstico de la enfermedad económica que hoy aqueja al mundo. Éstos son los principales indiciados:

Alan Greenspan. A finales de 2004 el entonces jefe del banco central estadounidense decía que "es improbable que exista una severa distorsión en los precios del sector inmobiliario". Hace poco y refiriéndose a la actual crisis inmobiliaria, Greenspan comentó: "No me di cuenta hasta que ya era tarde". A Greenspan se le acusa de haber respondido a las diferentes crisis financieras estimulando demasiado la liquidez monetaria, con lo cual creó problemas aún mayores después. La crisis asiática, el crash de las empresas de Internet, de grandes fondos de inversión, o los problemas del sector inmobiliario fueron todos tratados por Greenspan inyectando liquidez. También creía mucho en la innovación financiera: "Los consumidores americanos se beneficiarían si los bancos les ofrecen productos hipotecarios más variados y más alternativas que las hipotecas tradicionales a tasas fijas de interés", declaró en 2004. Los bancos le hicieron caso y entre los productos "no tradicionales" que ofrecieron en abundancia estuvieron hipotecas a familias que no las podían pagar. El resto es historia conocida.

Los reguladores del sector financiero. El sistema financiero mundial ha crecido en tamaño y complejidad a mucha mayor velocidad que la capacidad de los Gobiernos para entenderlo y regularlo adecuadamente. Y no son sólo los Gobiernos. Los banqueros mismos con frecuencia confiesan no entender plenamente algunos de los instrumentos financieros que negocian. Si bien los reguladores de diferentes países intentan coordinar sus actividades, la realidad es que la globalización financiera, cuyos beneficios son indudables, hace muy difícil que los funcionarios públicos que operan desde un solo país puedan tener una visión adecuada de los mercados que regulan. No hay dudas que las fallas en la supervisión financiera contribuyeron a crear la crisis que hoy vivimos.

Los especuladores. Éstos son los culpables preferidos de los políticos. En casi todos los países ha habido recientemente una rueda de prensa donde algún ministro o algún político han explicado por qué los especuladores son la causa de la crisis. Las multas o, mejor aún, la cárcel son el remedio favorito de quienes acusan a los especuladores. Y por supuesto que la especulación inmobiliaria, financiera o con los alimentos o el petróleo ha contribuido a la crisis. Ha contribuido. Pero no la ha creado. Y mandar gente a la cárcel nunca soluciona los problemas económicos.

George W. Bush. Dos guerras pagadas con rebajas a los impuestos de quienes más ganan. Acelerada expansión del gasto y la deuda pública. Descuido en la inversión pública no bélica. Políticas que indirectamente aumentan el precio internacional del petróleo. ¿Hace falta decir más?

Los chinos. Y los indios, los indonesios y todos los pobres del mundo. Su culpa es que millones de ellos ahora tienen cómo comer más y mejor que antes, lo cual genera presiones inflacionarias. Esto está pasando, y ciertamente conlleva costos para todos. Pero es una tendencia que hay que aplaudir en vez de denigrar; estimular en vez de frenar. Además, no es cierto que la actual ola de inflación mundial es causada principalmente por los nuevos consumidores. Las causas de la inflación tienen más que ver con las políticas de los países ricos que con los hábitos de los consumidores pobres. Las estadísticas muestran que los subsidios al etanol por ejemplo, encarecen más la comida que el aumento en el consumo de alimentos en los países pobres.

Las crisis globales nunca tienen una sola causa ni un solo padre. Los culpables que aquí menciono, algunos más importantes que otros, simbolizan algunas de las fuerzas que nos han moldeado la situación actual. Y estos culpables no serán los únicos causantes de nuestros problemas. Esta crisis es un drama en varios actos que recién está comenzando. Vendrán otros actos y con ellos otros culpables.