Moisés Naím

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El candidato rompecorazones

Moisés Naím / El País

En Estados Unidos, Barack Obama aventaja por cuatro puntos a John McCain. En Francia, Alemania o España esa ventaja es de más de 50 puntos. Obama también es popular en el mundo islámico. Lo favorece el hecho de ser percibido como menos belicoso que John McCain, que su segundo nombre es Husein y que parte de su familia es musulmana. En Irán también lo ayuda que en farsi "Oo ba ma" quiere decir "Él está con nosotros". La obamanía se propaga por al mundo, nutriendo inmensas expectativas. Y cuando las expectativas son tan altas la desilusión es inevitable. Esto es bien sabido y siempre sucede. Pero en el caso de Obama las expectativas son tan altas y tan globales que la decepción será de calibre mundial.

Como presidente, Obama está destinado a desencantar a muchos de a quienes hoy tanto entusiasma, especialmente a quienes creen que Estados Unidos y su presidente gozan de más poder del que en realidad tienen.

De ser electo, Obama enfrentará severas restricciones. Aunque es probable que su partido tenga la mayoría en el Congreso, eso no garantiza que el presidente Obama tendrá carta blanca para hacer lo que quiera. Los sindicatos limitarán sus opciones en cuanto al comercio internacional. La industria del etanol, muy influyente en círculos cercanos a Obama, intentará impedir la eliminación de los subsidios que tanto han contribuido al alza del precio de los alimentos en el mundo. De hecho, Obama no sólo apoya los subsidios, sino que también está a favor de mantener una tarifa que encarece las importaciones de etanol desde países como Brasil.

Y éstos no son los únicos casos de políticas que Obama apoya y que son contrarias a las que muchos esperan de él. Obama ha recomendado, por ejemplo, aumentar "con sentido de urgencia" las presiones destinadas a impedir que Irán obtenga armas nucleares, y aclaró que no descarta la opción militar. Si bien se opuso a la guerra en Irak y exigía la salida inmediata de las tropas estadounidenses, últimamente habla de una retirada más gradual. Prefiere soluciones multilaterales para las crisis internacionales, pero insiste en que no tendría problemas en actuar unilateralmente. Las políticas ambientales más verdes que de él se esperan implican nuevos costos que serán difíciles de imponer en una economía en crisis como la que heredará. Además, confrontará un déficit fiscal que impondrá severos límites a lo que el Gobierno puede gastar. Y esto también será una importantísima fuente de frustraciones.

Es probable que Barack Obama sea el próximo presidente de Estados Unidos. Ese mero hecho va a abrir interesantes posibilidades que la infausta gestión de George Bush había cerrado. También es cierto que Obama ha demostrado tener talentos muy especiales que pueden depararnos sorpresas muy positivas. Y naturalmente, hay que tener cuidado en no creerse todo lo que un candidato -cualquier candidato- dice durante la campaña electoral. Sabemos que una vez electos, los candidatos cambian. A veces para mejor.

Obama parece contar con las condiciones para llegar a ser un gran presidente. De Estados Unidos. No del mundo.