Las sorpresas de un petróleo más barato
Moisés Naím / El País
La crisis del petróleo de 1974 cambió el mundo. Hacia marzo de aquel año, el precio del crudo se había cuadruplicado: el barril pasó de tres a doce dólares. Los países productores, en su mayoría de Oriente Próximo y el norte de África, se convirtieron en nuevas potencias económicas, mientras que las economías de EE UU, Europa, Japón y otros importadores sufrieron un grave revés. Las relaciones de poder entre los principales actores geopolíticos se vieron alteradas y se crearon nuevos vínculos. También provocaron guerras y contribuyeron a la propagación internacional del fundamentalismo islámico, gracias a la financiación que recibió de países que acababan de convertirse en Estados muy ricos, como Arabia Saudí y otros.
El mundo está a punto de descubrir que la considerable, repentina y absolutamente inesperada bajada actual del precio del crudo podría ser tan perturbadora como esa crisis de 1974.
Algunas de las repercusiones que ha tenido en todo el mundo la caída del precio del crudo iniciada en junio —con un descenso del 45%— han sido inmediatas. La alegría con la que los ciudadanos de Estados Unidos y el resto del mundo han empezado a consumir gasolina es un ejemplo de ello. Otro es la preocupación de los Gobiernos de los países exportadores de petróleo, que se enfrentan a la necesidad de recortar el gasto público y se arriesgan al caos social y político.
Hay otras consecuencias de la bajada del precio del petróleo que apenas han empezado a notarse. Últimamente, la prensa nos está dando pistas sobre lo que le espera al mundo si los precios siguen bajos durante un periodo prolongado (y subrayo ese si condicional). Chevron acaba de anunciar que va a cancelar un proyecto de exploración de 10.000 millones de dólares para buscar gas de esquisto en Ucrania. El Gobierno de Kiev contaba con ese proyecto para estimular su renqueante economía y reducir su dependencia del gas ruso. Este no es más que un ejemplo concreto de una tendencia más generalizada: descartar o posponer proyectos energéticos que, de repente, se han vuelto demasiado arriesgados o inviables, desde un punto de vista económico, al bajar el precio del crudo. Según Goldman Sachs, hay inversiones en el sector valoradas en un billón de dólares que ahora se están reconsiderando o se han cancelado. A la larga, el efecto puede ser una menor producción de petróleo y, por tanto, un precio más alto de la energía. A corto plazo, la desaparición repentina de este enorme flujo de inversión perjudicará por fuerza a las compañías energéticas y, especialmente, a sus proveedores de equipos y a las empresas de construcción e ingeniería que deben llevar a cabo esos trabajos.
Otros tres titulares de prensa que ilustran los cambios que ha traído consigo la crisis del petróleo de 2014 proceden de Rusia, Venezuela e India. El pasado 15 de diciembre fue un lunes negro: la Bolsa de Moscú experimentó un retroceso del 11% y el rublo cayó un 13%, lo que significa que una cuarta parte del valor en dólares de las empresas cotizadas se esfumó en un solo día. El Banco Central respondió subiendo los tipos de interés del 10,5% al 17%. Esta dolorosa medida sigue siendo insuficiente para frenar el rápido y enorme descenso de las reservas y la veloz devaluación de la moneda provocados por la disminución de los ingresos del petróleo (el 75% de las exportaciones totales y el 50% de los ingresos públicos del país), la masiva fuga de capitales y las sanciones económicas por el conflicto ucranio. El temor, cómo no, es que el beligerante Vladímir Putin siembre cizaña en el exterior para distraer la atención de la difícil situación de Rusia.
En Venezuela, la economía ya estaba sumida en el caos cuando el barril de crudo estaba en los 120 dólares. Ahora que los precios han caído por debajo de los 60 dólares, el Gobierno, conocido por la corrupción endémica y su desastrosa gestión, está perdiendo el control. Así y todo, el presidente, Nicolás Maduro, ha afirmado una y otra vez que la precaria situación se debe a una conspiración internacional y ha reaccionado redoblando los ataques contra quienes le critican (como yo) y la represión contra los políticos de la oposición. El desastre financiero de Venezuela ha sido un factor importante en el histórico cambio en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba anunciado por Barack Obama y Raúl Castro el pasado 17 de diciembre.
La arruinada economía de Cuba se ha mantenido a flote gracias, en gran medida, a las enormes subvenciones de Caracas desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1998. Sin embargo, últimamente se ha puesto de manifiesto que sustentar la economía cubana en la cuerda de salvamento de Venezuela era una apuesta demasiado arriesgada. La caótica situación económica y política de Venezuela hacía cada vez más difícil que se pudieran mantener los acuerdos mantenidos entre ambos países en los últimos 15 años. Sin duda, la débil situación de la economía venezolana ha llevado a que los dirigentes de Cuba se mostrasen más dispuestos a aceptar una descongelación de las relaciones con Estados Unidos que seguramente impulsará el comercio y la inversión en la isla. Por consiguiente, el abaratamiento del petróleo también ha sido, de forma muy indirecta pero poderosa, un factor que ha contribuido a que se ponga fin a una política estancada e ineficaz que estaba en vigor desde hace más de medio siglo.
Mientras tanto, India ha aprovechado la bajada de los precios del petróleo para recortar las elevadas subvenciones que paga por el consumo de gasóleo. Hace tiempo que se sabía que esas ayudas eran perjudiciales, pero suprimirlas resultaba impopular desde el punto de vista político. Este es un buen ejemplo de un país que aprovecha la oportunidad que brinda la caída del crudo para aprobar una reforma necesaria que antes era demasiado delicado abordar.
Represión política, arriesgados proyectos internacionales y reformas necesarias en la política exterior o la economía son solo algunas de las consecuencias inesperadas del abaratamiento del petróleo.