Moisés Naím

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Una historia panameña (y no es la que usted imagina)

Moisés Naím / El País

Se le aguó la fiesta a Panamá. En vez de estar celebrando la ampliación de su icónico canal, el pequeño país centroamericano ha consolidado su imagen como el lugar que utilizan los poderosos del mundo para esconder dinero. Alguien entregó a los medios de comunicación la información secreta de miles de empresas basadas en Panamá que servían para mantener el anonimato de sus propietarios. Su publicación seguramente tendrá un impacto igual o mayor al que tuvieron los Wikileaks o las filtraciones de Edward Snowden.

Pero hay otra interesante historia panameña que nada tiene que ver con lo que se ha dado en llamar Panamá Papers. Tiene que ver, en cambio, con comercio internacional, dictaduras, Internet, calentamiento global y... China.

Comienza con la decisión de Panamá, en 2006, de duplicar la capacidad del canal que le ahorra 12.700 kilómetros de navegación a los barcos que transitan entre Asia y Europa. En vista del aumento del comercio mundial, que ha triplicado su volumen desde los años cincuenta, las autoridades panameñas pensaron que era una buena idea ampliar el canal para que más barcos y más mercancía pasaran por él y aumentar así los ingresos del país. Esta suposición parecía muy segura cuando el comercio internacional crecía cada año al doble de la tasa a la que se expandía la economía mundial. Pero ahora se ha desacelerado: 2015 fue el quinto año seguido en que el crecimiento del comercio internacional cayó por debajo de su promedio histórico, una tendencia que no se había visto desde la década de los setenta y que continuará este año. En 2007, los flujos internacionales de fondos, bienes y servicios llegaron a ser el 53% de la economía global. En el 2014 cayeron al 39%.

¿Es esta desaceleración de las exportaciones e importaciones entre países simplemente una mala racha transitoria? En parte sí. Pero, según el Fondo Monetario Internacional, el menor dinamismo del comercio entre países también se debe a causas más estructurales y permanentes. Si bien hay varias razones para este declive, dos muy importantes son China e Internet.

El gigante asiático —además de crecer menos— está intentando pasar de una economía basada en las exportaciones y la manufactura a una donde el consumo interno y los servicios tengan más peso. Adicionalmente, las fábricas chinas están ahora produciendo más productos intermedios que antes importaban. Ambas cosas reducen el comercio internacional de China. Pero hay más. Mientras el comercio de productos se desacelera, el flujo internacional de información digital está en pleno auge: se ha duplicado tan solo entre 2013 y 2015. La consultora McKinsey estima que, en 2016, los individuos y las organizaciones mandarán 20 veces más datos a otro país que en 2008. Una de las innovaciones que tiene enormes consecuencias sobre el comercio mundial es la tecnología de impresión en tres dimensiones. Hoy se pueden mandar por correo electrónico instrucciones para que una impresora en cualquier parte del mundo manufacture, por ejemplo, una pieza de avión. General Electric calcula que, para el año 2020, enviará 100.000 partes alrededor del mundo a través de Internet y no de barcos.

Pero el canal de Panamá no solo enfrenta una menor demanda potencial de sus servicios, sino también más competencia. Wang Jing, un empresario chino, anunció en 2013 que construiría un canal alternativo a través de Nicaragua. Esta obra requeriría el mayor movimiento de tierra de la historia del planeta e implica enormes riesgos para el medio ambiente. Su financiamiento era y sigue siendo misterioso y su viabilidad, dudosa. Pero la limitada democracia que hay en Nicaragua permite al presidente Daniel Ortega ir adelante y dar su entusiasta apoyo a Wang, un empresario tan opaco como el proyecto que promueve.

Obviamente, de construirse, el canal nicaragüense le quitaría mercado y rentabilidad al panameño. Pero pocos creen que llegue a ser una realidad.

Lo que sí es una nueva e indetenible realidad es el calentamiento global que está derritiendo el Ártico y permitiendo que los barcos de carga naveguen a través de lo que solía ser una barrera de hielo infranqueable. El uso de esta ruta del norte es aún poco frecuente, pero de seguir la actual tasa de deshielo, en el futuro un barco de carga podrá ahorrarse por esta vía dos semanas de navegación para ir de Shanghái a Hamburgo. O el costo de pagarle a Panamá por usar su canal.

Es así como el pequeño istmo centroamericano se ha vuelto un interesante laboratorio donde se pueden observar los efectos de las grandes tendencias globales que moldean el mundo de hoy —de la corrupción en China al cambio climático o Internet—.

Y allí también se confirma, una vez más, el mensaje central de Pedro Navaja, el protagonista de la canción del salsero panameño Ruben Blades: “La vida te da sorpresas”.