El mundo en números
Moisés Naím / El País
El mundo está cambiando a tal velocidad que nos es difícil procesar, interpretar y digerir la magnitud de esas transformaciones, y más aún, anticipar sus consecuencias.
Un informe del banco Goldman Sachs ofrece una arbitraria pero reveladora muestra cuantitativa de los cambios que ocurrieron entre 2010 y 2015.
En ese periodo, la oferta mundial de petróleo aumentó un 11% y su precio cayó un 60%. El precio del hierro bajó todavía más, 77%, y el de la comida, 30%. ¿Qué precios aumentaron? Entre otros, los del cacao (+11%) y el litio (+27%). Estas subidas son impulsadas por la demanda de una nueva y más numerosa clase media que come más chocolate y compra más teléfonos móviles con baterías de litio. Los usuarios de estos teléfonos pasaron de un 19% de la población mundial a un enorme 75%, y su precio cayó un 58%. Casi toda la humanidad tendrá pronto acceso a la telefonía móvil, contribuyendo así a la ya muy veloz digitalización de la vida cotidiana.
En 2010, Facebook tenía 600 millones de usuarios activos al mes. Hoy, 1.600 millones de personas lo utilizan mensualmente. YouTube recibía 24 horas de vídeos cada minuto, mientras que el año pasado recibió 400 horas al minuto. En eBay se vendían seis trajes por minuto en 2010 y ahora se venden 90, en tanto que el número de viajeros que se alojaron en habitaciones y casas ofrecidas a través de Airbnb saltó de 47.000 a 17 millones. Los artículos disponibles en Wikipedia aumentaron en 20 millones (de 17 a 37).
En esos cinco años también asistimos a una revolución energética. No sólo se desplomó el precio del petróleo y EE UU superó a Arabia Saudí y a Rusia como productor de crudo. El precio de una bombilla LED cayó un 78%, el de una batería de Li-Ion un 60% y el costo de la energía solar un 37%. La eficiencia en el uso de combustible de un camión Ford (F150) aumentó en 29%. En 2010, la compañía más valiosa del mundo era Petrochina. En 2015 fue Apple.
También ocurrieron profundos cambios en el mundo del trabajo. Los salarios siguieron estancados en los países más avanzados, mientras que en China aumentaron en un 54%. Muchos piensan que el desempleo y los bajos salarios se deben a la automatización y a que los robots están desplazando a los trabajadores. En efecto, en EE UU, el número de robots industriales vendidos en los últimos cinco años creció un 89%, pero el número total en uso es aún muy bajo y el impacto sobre el empleo no es significativo. Pero lo será.
Y esta preocupación por empleos e ingresos lleva a señalar otros cambios importantes que ocurrieron en el pasado quinquenio. La desigualdad económica siempre ha existido, pero en los últimos cinco años adquirió una enorme visibilidad. Entre otras cosas porque, si bien a nivel mundial ha disminuido, en los países más avanzados se ha agudizado, convirtiéndose en un tema central del debate nacional en todas partes, lo cual es bueno. El peligro, por supuesto, es que este problema en manos de demagogos suele llevar a la adopción de políticas que, en vez de reducir las inequidades, las aumentan. Pero, sin duda, el asunto requiere de urgente y eficaz atención.
Otro trabajo recién publicado también arroja interesantes luces sobre las grandes transformaciones en curso. Se trata del Informe Anual de Riesgos Globales, que edita desde hace una década el Foro Económico Mundial. Este informe se basa en las percepciones de 750 reconocidos expertos de diferentes ámbitos y países sobre los principales riesgos que enfrenta el mundo. Durante varios años, la crisis económica ocupó el primer lugar de las preocupaciones. Ya no. En la edición de 2016, el cambio climático (que en los últimos tres años estuvo entre los cinco mayores riesgos) emerge como el peligro más grave y de mayor impacto. Le siguen la proliferación de armas de destrucción masiva, los conflictos por la escasez de agua y los movimientos migratorios involuntarios. Señala el informe que hoy ya hay 60 millones de desplazados (de formar un país, los refugiados serían el 24º más poblado del planeta). El informe también le da mucha importancia a la cibercriminalidad, que ya provoca 445.000 millones de dólares de pérdidas anuales y crece a gran velocidad.
Pero quizás, junto con el calentamiento global, el cambio más importante de los últimos años es el aumento de nuestra capacidad para alterar la biología. En 2010, especificar la secuencia de un genoma costaba 47.000 dólares. Cinco años más tarde, se hace por 1.300 dólares. Y el precio sigue bajando.
¿Es éste un riesgo o una oportunidad?